Opinión

Dos siglos en la lucha

Cuando ya todos creíamos que el narcotráfico había pasado a la historia surgen de nuevo las lanchas rápidas en el Estrecho, las idas y venidas de la Guardia Civil intentando detener a los delincuentes y aparece también en escena el mítico Sito Miñanco, mientras que todos pensábamos que ni estaba ni se le esperaba, y lo hace en dos versiones: la real y la de ficción, a través de la serie de Antena 3 «Fariña».

También estábamos en la idea de que la popularidad de Trump, un año después de iniciar su mandato iba a caer en picado, pero tampoco: un 43% de los estadounidenses aprueban su gestión, su mejor marca desde el 5 de marzo del año pasado, casi igualando a sus antecesores Ronald Reagan y Barak Obama, dos presidentes americanos que, no lo olvidemos, ganaron sin problemas su reelección.

Y como tercera cuestión vayamos a las manifestaciones feministas, que tienen su resurgir este año 2018 –aunque nunca estuvieron inactivas porque la lucha tiene que ser permanente y constante para que sea eficaz–, en este caso reclamando igualdad en los salarios el pasado 8 de marzo y en esta semana pasada más presupuesto para la violencia de género, un problema que es de la sociedad, no del movimiento feminista en exclusiva. Soy poco de manifestaciones, y las consignas repetidas en alto y a voz en grito me parecen de otro tiempo, a la vez que ineficaces. ¿Alguien se cree acaso que quienes están en el poder se ven afectados por los insultos proferidos por unas cuantas gentes acumuladas delante del ministerio correspondiente al objeto de la protesta? Es pecado de ingenuidad. La lucha es mucho más eficaz con el trabajo diario, como todo en la vida, como los japoneses, que miren ustedes donde están, con el poderío que da el dinero y con la tranquilidad que da un país cuya sociedad es equilibrada y honesta: me asombró en mis viajes al país nipón poder dejar el coche sin echar la llave a pesar de encontrarse lleno de paquetes a la vista, con las compras de rigor de cada viaje y hasta, si se me apura, con dinero encima del salpicadero.

En efecto existe un pacto de Estado contra la violencia de género con un presupuesto adjudicado que no sé si es suficiente o no, pero en todo caso es lo que es. En lo que llevamos de año son ya once las mujeres muertas a manos de sus maridos, sus novios o sus amantes, además de asesinatos entre familiares y otros escabrosos dramas que no sé yo hasta qué punto son susceptibles de prever y de evitar por mucho presupuesto que se tenga. Porque ¿quién pudo prever el ataque a las Torres Gemelas? Pues esto no es igual pero es parecido. Los sistemas de alejamiento sirven de poco, penas más duras harían falta y, desde luego, prisión permanente revisable para los violadores de quienes no se tenga absoluta certeza de su rehabilitación. Fuera de eso prever un asesinato fruto de un sentimiento de agresividad repentino es imposible. No hay presupuestos millonarios que valgan.

Concepción Arenal luchó por cambios jurídicos y educativos para el género femenino en la legislación española a finales del siglo XIX. Tenía compañeras en la lucha muy eficaces como la Pardo Bazán y hasta Rosalía de Castro, las tres gallegas y escritoras, por cierto, y a partir de ahí hubo cambios muy significativos en la vida de las mujeres y en la consideración hacia ellas. Es increíble que, casi dos siglos más tarde, estemos todavía en la pelea.