Opinión
Intimidad electoral
Desde hoy y hasta el próximo domingo las bases de Unidos Podemos votarán si avalan a Pablo Iglesias e Irene Montero tras la compra de su chalé en Galapagar. Así lo han querido ambos dirigentes. La trampa, obviamente, está en intentar legitimar su desembolso con una votación sobre su continuidad; como si una cosa tuviera que ver con otra. Pero Iglesias y Montero han decidido todo o nada y, de paso, a un año de las elecciones, han metido a su partido en una alternativa intolerable.
A las críticas de José María González «Kichi», alcalde de Cádiz, se ha sumado el secretario de Comunicación de Podemos Andalucía, Pablo Pérez Ganfornina, acusando a sus dirigentes de no haber calculado el impacto que tendría la compra del chalé. Y el malestar se ha extendido a otras comunidades autónomas. La portavoz de Podemos en la Asamblea de Madrid, Lorena Ruiz-Huerta, de la corriente de Anticapitalistas, ha pedido a Iglesias y Montero que «retiren» la consulta porque, además de ser una «irresponsabilidad», implica «cargar sobre la espalda» del partido una decisión personal. Desde Asturias, el secretario general autonómico, Daniel Ripa, ha rechazado la consulta porque «es peligroso y no es bueno» hablar de la vida privada y personal de los dirigentes. Se sumó a la faena, Miguel Urbán, líder de los Anticapitalistas, tachando la consulta también de «innecesaria» porque «no ha habido nada» que haya cambiado en el código ético que la «justifique».
Ante esta avalancha, lo mejor han sido las respuestas de Pablo Iglesias e Irene Montero. No sólo han seguido defendiendo en el Congreso de los Diputados la consulta sino que han cargado contra sus compañeros: «Estoy convencido de que el señor Ripa o la señora [Teresa] Rodríguez, si alguna vez se cuestiona su credibilidad, no se aferrarán al escaño y al puesto, y someterán a las bases que les eligieron su responsabilidad». Se huele la venganza.
Y uno a favor: Íñigo Errejón. No sólo ha anunciado que votará a favor de la continuidad de Iglesias y Montero sino que ha denunciado que se hayan traspasado «líneas rojas» de «acoso y violación de intimidad». Pues que sepamos, nadie ha entrado aún en el chalé.
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