Opinión
Gran Señora
Estupenda actriz de cine y teatro, pero sobre todo, María Dolores Pradera fue la gran señora de la canción española y sudamericana. Siempre natural, sin aspavientos, medida en el mejor gusto, acompañada de «Los Gemelos». Unió aún más a España y su América con el arte. Cantó a Argentina desde Atahualpa a Los Chalchaleros, Cafrune, Mercedes Sosa y Los Fronterizos. Cantó a Perú, a Chile, a Colombia, a Venezuela, a Puerto Rico y México. Me dijo Juan Carlos Saravia, fundador de Los Chalchaleros, que no había versión más emocionada de la «Luna Tucumana» que la de María Dolores. Bordó las isas, folías, y zorondongos canarios con Los Sabandeños, el insuperable conjunto isleño del gran don Elfidio Alonso. Recuerdo aquel viaje en autobús, camino de Ponferrada, con toda la gente de Luis Del Olmo, y a María Dolores y Los Gemelos improvisando un concierto de carretera, con Las Habaneras de Sevilla y Cádiz creadas por Antonio Burgos y musicadas por Carlos Cano. «La Habana es Cádiz con más negritos,/ Cádiz La Habana con más salero». Ingeniosa, divertida, rápida. Fue la primera mujer de Fernando Fernán-Gómez, padre de su hijo Fernando. El chal. Siempre el chal sobre sus hombros elegantes. También cantó a Portugal, fados y corridos, con la misma hondura que Amalia Rodrígues en una plazuela del barrio lisboeta de Alfama. Y todo lo hizo con arte supremo y buen gusto.
Hace pocos años, en LA RAZÓN recibió un premio a su trayectoria. Estuvo cumbre. –Pronuncia «sielo»–, y se partía. Había escrito que María Dolores no hizo jamás la tontería de cambiar de acento y pronunciación cuando cantaba. Se reía de los cantantes españoles –andaluces y canarios aparte–, que se ponían salteños o limeños o pampeanos o jalisqueños cuando interpretaban canciones sudamericanas. El «sielo», el «seloso», o el «corasón». Ella siempre cantó cielo, celoso y corazón, porque nada le atribulaba más que la falta de naturalidad. Su talento hizo escuela. Canturreaba piano las «Malagueñas del Pájaro Enamorado» de Los Sabandeños. «Tengo los ojos hinchados/ de tanto mirar al mar». Y las zambas, vidalas, chacareras, cuecas y bailecitos de Los Chalchas y los Fronterizos, Cafrune, Horacio Guaraní y Mercedes Sosa. Se sintió herida cuando falleció el primero de Los Gemelos, portentosos en sus acompañamientos, arreglos y adaptaciones.
Ha dejado una obra fabulosa. La Gran Señora se ha ido a los 93 años, que es una edad para irse con la mejor educación. Hablábamos por teléfono y su voz, siempre agradable, languidecía. No se metió jamás en berenjenales ideológicos, y todo lo que ganó en vida lo hizo por sus méritos.
El arte de la canción folclórica está de luto, no sólo en España, sino en todos los lugares del mundo donde el amor, la vida, el trabajo, el sudor, el descanso y la muerte se anuncian en español. Me quedo con su perfil, con su elegancia, con la gracia de sus movimientos y con el surtidor de su voz adaptado al buen gusto. Atahualpa Yupanqui, que tan bien componía y tan mal cantaba, le debe mucho a nuestra artista. Hoy no tengo otro camino que el de la elegía. Y la culmino llevando hasta su recuerdo los besos de «La Llorona». «Dos besos llevo en el alma/ que no se apartan de mi;/ el último de mi madre/ y el primero que te di».
El primero que le di, en la frente, con suavidad, para no romper su estética, en aquel autobús milagroso que nos llevó a Ponferrada. El concierto con Los Gemelos principió a la altura de Benavente, y también Amancio Prada se sumó a la fiesta. He asistido a muchos conciertos de María Dolores, pero aquel, el improvisado, tuvo mucho de milagroso. «Por Castilla y por León, va mi América cantando».
Pues eso. Buen viaje, Señora.