Opinión
Guión del proteccionismo
La crisis ha tenido puntos en común con la de los años 1930, como el auge del antiliberalismo y del populismo de izquierdas y derechas. Entonces, como ahora, arreciaron las mentiras que atribuían al mercado y al capitalismo todos los males, y que prometían el paraíso progresista y la justicia social siempre que subieran el gasto, el déficit y la deuda pública, y los impuestos «sobre los ricos». Sin embargo, una diferencia crucial entre nuestro tiempo y los años 30 es que entonces se exterminó el libre comercio. Y ahora no. Quiero decir: ahora no, por ahora. ¿Cambiará la situación si se desata una ola proteccionista y una guerra comercial internacional? No lo sabemos, pero sí dos cosas. Una es que la situación ni de lejos se parece a la vivida entonces. Y la otra es que se está siguiendo el guión del proteccionismo de manera escrupulosa y inquietante.
En los años 30, EE UU cerró su economía con la siniestra Smoot-Hawley Tariff Act, que aumentó los aranceles sobre más de 20.000 productos importados. Reino Unido, la madre del libre comercio, se reunió con sus antiguas colonias en Ottawa en 1932, y decretó que sólo habría libertad de mercado dentro de la Commonwealth, pero no hacia afuera. En suma, lo que estamos viendo con Trump y las autoridades de México, Canadá y la UE es una broma en comparación con lo que se vivió y padeció en aquellos años.
Esto dicho, la preocupación está más que legitimada, porque los gobiernos están jugando con las mentiras del proteccionismo de toda la vida. Una muy típica la expuso ayer el secretario de Comercio de Estados Unidos, Wilbur Ross, cuando dijo: «Nosotros no buscamos una guerra comercial». No la buscan, pero adoptan medidas que pueden desatarla, porque las represalias no se hicieron esperar: las anunciaron Jean Claude Juncker, el presidente de la Comisión Europea, y altas autoridades mexicanas y canadienses.
Otra característica del guión proteccionista es meter siempre a la política de por medio: así, se toma con naturalidad que la probabilidad de guerra comercial con esos países sea mayor que con la más poderosa China.
Por fin, una inveterada característica del argumentario proteccionista se está cumpliendo a rajatabla: nunca se aclara quién paga todo esto. Vuelan los argumentos nacionalistas llenos de solemnidad y demagogia, pero jamás se explica que son los trabajadores las principales víctimas del proteccionismo. En eso hay una larga tradición, y en todos los partidos de todos los países, como bien sabemos en Europa con nuestro proteccionismo agrícola, púdicamente ignorado hoy por quienes despellejan, con razón, a Donald Trump.
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