
Opinión
Ay, De Gea
Un minuto sin que Suiza tocara el balón, ese primer minuto en que España no podía salir de su campo, hasta que antes de cumplirse el segundo superó todas las barreras y Thiago probó los reflejos del portero Sommer. Las notas de Paquito el Chocolatero, ahogadas por el nombre de Iniesta, coreado por todo el público de La Cerámica, dejaron paso al fútbol, eso a lo que tan divinamente juega España. Aunque le falten piezas, como las del Madrid, o Busquets. O, aunque el rival sea mucho mejor que un anuncio de relojes o de chocolate.
Suiza, por delante de la Roja en la clasificación de la FIFA, tiene argumentos y enjundia, recursos, acaso menos atractivos que los de Lopetegui con esa pareja de delanteros que ha montado con Diego Costa y Aspas; pero el golazo lo metió Odriozola, exquisito lateral diestro.
Suiza sorprendió a España en el primer partido del Mundial 2010. La Roja rondó más de veinte veces la portería de Benaglio sin fortuna. Los animosos pupilos de Ottmar Hitzfeld, menos avezados que éstos de Vladimir Petkovic, lanzaron dos tiros y uno lo convirtió en gol Gelson
Fernandes. Jarro de agua helada en Durban; pero España ganó el Mundial entre dos Eurocopas con un estilo de juego envidiado en todo el universo, que aún perdura. Acaso más vertical, quizá con alguna variante más, alternativas que redundan en beneficio del espectáculo y que el público agradece, como cada toque de Iniesta, el ídolo indiscutible, que implora porque no se apague nunca. Salió del campo con 1-0; después, la rueda de cambios despistó a De Gea, que falló en el gol del empate. Error tan grosero, mejor ahora que en el Mundial. Lástima, en cualquier caso, porque España mereció más.
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