Opinión
Que sea engaño, por favor
Si hay un instrumento letal en la batalla de Puigdemont contra los españoles –más que los mozos de escuadra, más que la TV3– es el dinero público. Desde ayer, los bancos dejarán de pedir al Banco de España la supervisión de los pagos de la Generalitat.
El problema es que sabemos la intención de gasto del señor Torra. En la toma de posesión de su gobierno anunció que restituiría las embajadas y todas las instituciones cerradas por el 155. Que contrataría a las personas despedidas por esa medida y emprendería una campaña por la nueva república por toda Cataluña. Por lo pronto, se han destinado 20 millones de euros a la televisión.
Me niego a pensar que Borrell, Margarita Robles o Grande-Marlasca vayan a abandonar a España. Estoy, pues, echa un lío. ¿El fin del control de gasto es un gesto de buena voluntad –siempre reversible– para ver si el nuevo ejecutivo independentista relaja sus pretensiones? Margarita Robles controla el CNI y sabrá de inmediato si se desvía ese dinero.
No me preocupan los ministros, me preocupa su jefe. El presidente Sánchez prometió en su día a Susana Díaz que no se presentaría a las primarias. También dejó en la estacada a muchos barones. Así que no me extrañaría que hubiese engañado a independentistas y podemitas en la moción de censura. Y que ahora les siga embaucando. Es la primera vez que me muero por un engaño radical. Lo contrario –ingenuidad o traición a España– sería mortal.
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