Opinión

Fantasmas, no

Me resulta completamente imposible entender por qué nos quejamos amargamente de la baja natalidad española (eso sí, sin hacer nada por fomentarla) y, a la vez, detestamos la inmigración. ¿Alguien piensa que la Merkel ha acogido un millón de sirios sólo por caridad? A los alemanes tampoco les salen las cuentas de la renovación generacional (aunque tienen mejor natalidad que nosotros, con diferencia) y, precisamente por eso, han aceptado que, o cierran el chiringuito, o invierten en educación de los que llegan hasta asimilarlos, con el fin de mantener la sociedad europea de un cierto bienestar.

¿Habrá que empezar a decir que para un sector creciente de los españoles es mejor un niño blanco que uno negro? ¿De verdad estamos en ésas?

Hay que ordenar el flujo de población, muy bien. Seamos imaginativos: las televisiones deben reflejar (sobre todo en los países emisores de población) el calvario que sufren en Europa los que entran sin papeles y sin trabajo. Habrá que promover un Plan Marshall para África. Hay que poner fin a las guerras en Oriente Medio, aunque sea a costa de aceptar a Bashar Al Asad.

Al final, sin embargo, ocurrirá hoy como en los años 60, cuando 14 millones de personas llegaron a los países desarrollados de Europa, desde turcos a griegos, pasando por un millón trescientos mil españoles. Y fue un bien.

No señor, un niño negro no es peor que uno blanco. Uno mestizo no es peor que uno rubio. Basta ya. Europa no es esto.