Opinión

Diálogo

El encuentro de ayer en La Moncloa entre el presidente del Gobierno y el de la Generalitat, ambos por accidente –ninguno de los dos ha pasado por las urnas y, en principio, a ninguno de los dos se le pronostica un largo recorrido– me recuerda aquel delicioso minicuento de Borges titulado «Diálogo sobre el diálogo», en él que los dos interlocutores, a los que se les echa la noche encima, discuten, con la lámpara apagada, sin verse las caras, sobre la inmortalidad del alma. El relato acaba así: «Yo le propuse a Macedonio que nos suicidáramos para discutir sin estorbo. Z (burlón): Pero sospecho que al final no se resolvieron. –A (ya en plena mística): Francamente no recuerdo si esa noche nos suicidamos». Algo parecido les va a pasar, si no hay quien lo remedie, a Sánchez y Torra. El presumible fracaso de este diálogo imposible, hecho, eso sí, de día, entre una nube de fotógrafos, debería conducir al suicidio político de ambos. O sea, al reconocimiento público del fracaso. Otra cosa es que sean capaces de admitirlo.

En casos así de propaganda política, las apariencias engañan y nada es lo que parece. Si Torra se vuelve a Barcelona con las manos vacías, sin un avance significativo en la autodeterminación de Cataluña, que es el motivo oficial del viaje, defraudará a los más radicales de los suyos. Si regresa con más promesas de diálogo, de tú a tú, y una serie de concesiones políticas y económicas por parte del inquilino de la Moncloa –revisión del estatuto podado por el Constitucional, inversiones, garantías sobre los presos, etcétera– aumentarán las divisiones en el seno del independentismo y prevalecerán las voces realistas que pidan renunciar ya a la vía unilateral y conformarse con un mayor autogobierno. Y para eso Torra sobra. En el caso de Pedro Sánchez, su capacidad de actuación está acotada por los límites constitucionales. El hecho de recibir con cortesía exagerada al heredero provisional de los golpistas, declarado enemigo público de España, que desprecia a los españoles, ya supone un evidente riesgo político para el dirigente socialista. Si además le hace demasiadas concesiones y reverencias, las fuerzas constitucionales, incluidos miembros históricos de su partido, se volverán contra él. Y en el resto de las comunidades se levantará el «tsunami» del agravio comparativo. En todo caso, habrá que saber qué se ha tramado de verdad en la Moncloa este 9 de julio. Explorar los límites del diálogo entre el Estado y los separatistas catalanes no parece razón suficiente para tanta foto y tanto aparato. Dialogar es otra cosa.