Opinión

Trump y Corinna

Qué aleccionador seguir las noticias USA desde un televisor en Asturias. Contemplo a Trump en un campo de golf, vísperas de su reunión con Putin. Viste una gorra de mentecato, de las de honrar la pésima idea que los españoles tienen de sus coetáneos. Escupe no sé qué tonterías a cuenta de la UE, Rusia y China, a los que considera «enemigos» de EEUU. Aunque eso «no significa», añade, «que sean malos». Antes de volar hacia la siguiente noticia –el ritmo es alto pero no fluido, más bien epiléptico– el locutor encuentra la forma de meter una cuña que se pretende informativa y resulta completamente inane. Una suerte de editorial en pequeñas dosis que advierte sobre lo malísimo que es Trump sin advertir al televidente hasta qué punto nos entregamos a un juego cuando ofrecemos la diaria ración de chorradas presidenciales sin explicar a continuación que como los exabruptos de hoy cien por semana y sin mayores consecuencias. Si al populista lo tratas rectamente, si das por buenas sus palabras, redimes su infame comedia.

En realidad no hay razón para sorprenderse. Unas horas antes, en un programa nocturno, un señor con patillas ha presentado una revelación para tumbar un sistema. Las grabaciones de un policía Villarejo a una pseudo princesa que dice que fue amante del Rey Juan Carlos y hoy larga despechada. Todo desprende un agrio tufo a ajuste de cuentas. A montaje y sainete. Pero he aquí que el programa, y la clase política, tratan el asunto con la gravedad debida a las noticias que merecen crédito. Ese es el calado del periodismo de investigación en España: sexo, mentiras y cintas de vídeo que alguien hace llegar una redacción y alguien más exhibe mientras aprieta la mandíbula con la displicencia perdonavidas de quien acumula varios pulitzers. Normal que nuestros informativos den por bueno cada rebuzno de Trump.

Cada amenaza e hipérbole. Cada lema de campaña y cada escándalo. Si ofrecen sus platós a los monólogos de la rubia señora, si dedican medio segundo a dar por buenas sus palabras, cómo no abrir y cerrar partes a partir del penúltimo ladrido del rubio presidente, experto en ofrecer la diaria ración de risas enlatadas y titulares distópicos. Donald Trump y la pseudo princesa son las vistosas cabezas de un monstruo bicéfalo. Política/ficción e infames cotilleos para una televisión inmune al periodismo.