Opinión

Vísperas

Las vísperas para un niño de la posguerra en el pueblo, donde casi nunca ocurría nada, solían ser los días más emocionantes. Por fin, algo largamente esperado iba a ocurrir. Podía ser la matanza del cerdo, el cumpleaños del abuelo, la feria o la fiesta patronal. En este último caso, en la tarde de la víspera se anunciaba la fiesta con un volteo de campanas, llegaban los músicos, que recorrían con sus instrumentos las calles recién barridas –cada vecino se ocupaba del tramo que correspondía a su casa– y el aire se impregnaba del dulce olor a rosquillos y magdalenas. En los portales de las casas había sangre de los corderos sacrificados. Luego, no siempre el día señalado respondía a las alegres expectativas. Ya se sabe que los prolegómenos acostumbran a ser más placenteros que la consumación misma, pero así es la vida. En general, la emoción de la víspera es más intensa si se anuncia por las esquinas que algo nuevo va a pasar. La incertidumbre redobla la ansiedad de los que esperan.

Es lo que pasa en estas vísperas políticas, cargadas de emoción, de intrigas y de incertidumbre. El partido hasta ahora más consistente de España se dispone a cambiar de piel, de liderazgo y puede que de rumbo tras los últimos descalabros. Se enfrentan dos candidaturas con notables diferencias. Una renovadora, que pretende recuperar los valores perdidos, y otra continuista, que apela a la experiencia y a las encuestas. Se lucha hasta el último instante, sin perder las formas, por cada voto de los compromisarios que participarán en el congreso extraordinario. La campaña ha sido más subterránea que a las claras. Respetuosa, pero dura. Con sonrisas y patadas en la espinilla bajo la mesa. Está en juego el relanzamiento del Partido Popular, recuperando su papel fundamental en la vida española, o la disgregación y el fracaso. Soraya Sáenz de Santamaría ha esquivado el debate ideológico que proponía Pablo Casado. Veremos las consecuencias. Si gana Casado, sus adversarios le acusarán de regresión al campamento de Aznar. Se equivocan. Si gana Soraya dirán que pervive Rajoy y el sentido funcionarial de la política. Tampoco es seguro. Para animar la fiesta, «sorayos» y «antisorayos» desfilan por el escenario como aquellas exhibiciones de gigantes y cabezudos, mientras sonaba la charanga. Dentro y fuera de la formación la gente espera con interés el resultado de la votación, de la que depende en gran manera el porvenir político de España. ¿Vísperas sicilianas o alegres vísperas de fiesta? Pronto saldremos de dudas. Emoción no falta, como cuando entonces la víspera de fiesta.