Opinión

Chica contra chico

Madre mía qué incertidumbre con lo del PP. En la calle se oyen resúmenes castizos y un poco bobos: un pijo contra una empollona. Una mandona contra un antiguo. La verdad es que está tan trillado todo (apoyos, programas, muertos en el armario) que corremos el riesgo de no considerar la imagen de los candidatos. A saber: ex vicepresidenta de 47, la seguridad, contra ex viceportavoz de 37, la novedad. «Qué tontería», argumentará mi sabio lector. Error. Eso, y apenas nada más que eso, aprecia la inmensa masa de votantes, ésa que pasa de leer, que ve la tele y que hace comentarios tipo: «Suárez era muy guapo», «Felipe, queremos un hijo tuyo» o «Rajoy es un soso». Sorprendería saber cuántos electores son incapaces de establecer las diferencias programáticas entre Susana Díaz y Pedro Sánchez, entre Esperanza Aguirre y Cifuentes.

Para el común de los mortales una chica bajita y morena, de lengua larga, se enfrenta a un chaval guapo que recuerda un poco a Suárez. Ella es de clase trabajadora, sin glamour, pero con trapío. Él es más fino, con firmes convicciones. Ella fue una fiera estudiando, él no tanto, pero tiene mundo. Ella tiene un crío que cuidan su marido y su madre, y tuvo que volver al trabajo recién parida. Él tiene una mujer de buena familia y dos hijos, uno de los cuales las pasó canutas por prematuro. El futuro de España depende mucho más de esta torpe descripción de lo que ningún jefe de prensa aceptaría jamás.