Opinión

El futuro pablista

Ha pasado lo que tenía que pasar. Recibí muchos reproches por mojarme esta semana a favor del candidato. Nada he recibido de él y nada le debo, pero era evidente, al menos desde fuera, que el futuro sólo podía ser suyo. Y eso a pesar de su juventud –que tampoco es tal–, inexperiencia –le sobran heridas de guerra–, currículum –al que seguirán sacando punta aquellas que lo filtraron–, y capacidad para ser candidato a unas generales.

La perdedora, Soraya Sáenz de Santamaría, exhibió hasta el último momento su bandera: ser la elegida por los afiliados. Falsa bandera. 21.513 votaron a Santamaría; 19.967 a Casado; 15.090 a Cospedal; 680 a Margallo; 668 a JoséRa García Hernández, y 185 a Elio Cabanes. Cada cual lo puede contar como quiera. Aunque todo esto ya es pasado.

Pero el análisis de lo sucedido permite algunas consideraciones más. Como ocurrió con el PSOE, lo mismo ha pasado en el PP. Los compromisarios, elegidos por la militancia, han optado por el que no era del aparato. Casado sólo juntó a ocho ex ministros –Soria entre ellos– para mostrar sus apoyos dentro del estaf. Otra lección más. Los partidos tradicionales mueren por sus estructuras: son inútiles, incluso para ganar unas primarias. 1.701 para Casado y 1.250 para Soraya.

Dicen que la ex vicepresidenta perdió la batalla ideológica. Nunca la dio. Quizá por eso no quiso debates. Ni los votantes del PP sabían ya con certeza lo que defendían sus líderes. Por eso el partido necesitaba un cambio. Un nuevo líder que renueve las estructuras y, por supuesto, incorpore a nuevas personas. Ese es el trabajo al que se enfrenta ahora. Y a toda máquina. Las resistencias serán terribles, pero las elecciones no esperan: son en mayo. Comienza el pablismo.