Opinión
Viajar es muy duro
A veces, el verano resulta duro por cuanto que saca de cada individuo el hortera que lleva dentro. No hay más que instalarse en un aeropuerto para darnos cuenta de que esto es así. Ayer tuve que soportar doce largas horas de retraso de un avión que concluyeron con la compra de otro billete en distinta compañía. Como pueden ustedes suponer, en todo ese tiempo pude analizar la falta de aseo y de aliño indumentario del personal.
No miento un ápice si digo que una sola persona fue digna de ser calificada como suficientemente bien vestida. El resto iban de la bermuda hasta el traje de baño con camiseta, sin más; desde la alpargata (los más cuidadosos y elegantes), a la chancla con restos de arena trepando por la pierna arriba: me rasco con sólo recordarlo. La suciedad y el mal vestir son la tónica habitual del verano y eso hace que el inevitable trámite del traslado de un lado a otro, el ilusionante viaje, en definitiva, se haga cuando menos incómodo y en ocasiones hasta desagradable, sobre todo si el de la chancla con arena nos toca en el asiento de al lado. ¿Por qué será esto así? Antes, viajar suponía vestirse con bastante esmero. Tomar el avión era como ir a un té en el Ritz. Hasta las azafatas eran como modelos de pasarela y los uniformes los diseñaban los principales modistas del momento. El que más se recuerda es el de Elio Berhanyer para las de Iberia, con aquel gorrito de visera abombado que representaba el símbolo de la elegancia en el aire. Nada volvió a ser lo mismo desde entonces. En la actualidad, la vestimenta de las chicas de Emirates merece la pena ser destacada, así como el moño tipo cebolla y los labios rojo Chanel de las de Aegean, amables y sonrientes. Y también no se puede olvidar que, en medio de la cochambre reinante que hoy predomina en los aeropuertos, aparecen siempre dos niñas rubitas y monísimas que cambian el desolador paisaje, aunque sólo sea por un instante.
Sánchez, en cambio, no tiene que pasar ese tipo de penurias: ni retrasos ni gente apestosa como compañeros de vuelo. Él se autorreceta el avión oficial, mete dentro a la parienta, y ¡a disfrutar de un concierto rockero de verano, que el chollo Moncloa puede acabar en cualquier momento! Quede claro que, como decía Ventoso, no quiero un primer ministro de mi país volando estrechamente en Ryanair, pero no hubiera estado de más que, para este traslado, hubiera utilizado el AVE, que a nuestros bolsillos nos hubiera salido más barato. El dinero de los contribuyentes hay que respetarlo porque cuesta mucho ganar cada euro que entregamos al Estado, de manera que cuidadito con lo que hacemos con él. Me extraña que sus colegas y socios de Podemos no hayan dicho ni mu: Pero, claro, hay que entender que, por muy comunistas que seamos, a nadie le amarga la dulzura del «privé».
Por lo demás, decir que Ibiza anda en una cierta crisis: los gobernantes de Baleares hacen la vida imposible al empresario hostelero con rígidas normas que alejan a la clientela. Pero ya vendrán otros –esperemos– que devolverán el esplendor a unas islas que son orgullo turístico de una España que recibe como agüita de mayo los ingresos que cada año se dejan gentes venidas de los más variopintos lugares del mundo. Porque, pese a todos los inconvenientes imaginables que supone siempre trasladarse de un lado a otro, viajar es de las mejores cosas de la vida y España es un destino perfecto para descubrir.
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