Opinión
Vínculos con el franquismo
Al ministro Ábalos le preocupan los vínculos históricos con el franquismo que, según él, mantiene el PP, aunque, paradójicamente, también sostiene que «es un partido lleno de demócratas». No se entiende muy bien esto, pero dejémoslo estar porque lo cierto es que, en España, ese tipo de conexiones aparecen por doquier a poco que se escarbe. Sin ir más lejos, ahí tenemos, en el ámbito competencial del ministro, las autopistas de peaje. Los viejos del lugar cuentan que las autorizó directamente Franco en un consejo en el que, pese a que la mayoría de los asistentes se opuso, zanjó la cuestión diciendo: «Oído el Consejo de Ministros, se aprueba el Plan de Autopistas de Peaje». Eso sí que era mandar; y tal vez por ello, Ábalos parece dispuesto a no renovar las concesiones y eliminar la carga que pesa sobre los usuarios de esas carreteras –que seguramente le estarán muy agradecidos, aunque luego se lo cobren en impuestos–.
Pero donde los vínculos con el franquismo son verdaderamente asombrosos es en las instituciones del mercado de trabajo –que, por cierto, el PSOE y los sindicatos tratan de preservar eludiendo cualquier consideración propia de la memoria histórica–. Tenemos así, por ejemplo, una jurisdicción especial de lo social que es heredera de la magistratura de trabajo creada en los inicios del régimen de Franco, durante su etapa genuinamente fascista. También está la clausula «erga omnes» de los convenios colectivos, lógica en la regulación que se hizo de éstos en 1958, pues entonces la afiliación en el sindicato del Movimiento era obligatoria, pero no ahora cuando cada quién elige si quiere o no ser de un sindicato. Claro que, con el invento de la figura del «sindicato más representativo» –que data de 1980– y el reparto de subvenciones públicas para financiar sobre todo a CCOO y a la UGT, con la democracia tenemos un remedo de la sindicación obligatoria, pero sin carnet.
Ya puestos, todavía circula un gobernante regional con vinculaciones franquistas. Me refiero a ese presidente de Comunidad Autónoma –con el apoyo parlamentario del PSOE y de Podemos– que anda por ahí repartiendo anchoas en conserva montado en un taxi –dando, de paso, lecciones democráticas– y que empezó su andadura política de delegado de la Organización Sindical Española en Torrelavega. No sé si a este señor le aplicarán la política de la memoria histórica y le cortarán un cacho de su currículo para que no se le note su pasado y, sobre todo, para que no se aprecie la incongruencia de sus socios legislativos cuando, como Ábalos, se dedican a repartir credenciales de pedigrí democrático a los demás.
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