Opinión
Casado y Planas
Confieso que debo ser un bicho raro. Si hay algo que me saca de quicio es que me pidan un currículo, aunque ya sé que otros viven para ese «papel». Hace ya cuarenta años que terminé la carrera y todavía no he recogido el título de licenciado en Ciencias Políticas, a pesar de haber hecho el depósito correspondiente en lo que entonces se llamaba «papel de pagos al Estado»; además, nunca me han pedido que acredite que obtuve la licenciatura.
Por todo lo anterior, que supongo no es lo normal, todo esto de la «titulitis» y los «másteres» diversos me suena a cuento chino. Valga lo anterior para explicar mi actitud ante el lío que hay montado con Pablo Casado, que, por cierto, no es santo de mi devoción, porque considero que no ha hecho gran cosa por Ávila, mi circunscripción, por la que es diputado cunero. Pero igual que no entiendo su obsesión por el título y el máster, tampoco comprendo la cacería que han lanzado contra él los socialistas, pidiéndole que dimita porque una juez ha decidido remitir su asunto al Supremo al estar aforado.
Deberían recordar que Pedro Sánchez repitió por activa y por pasiva que no nombraría a nadie que estuviese imputado o investigado y, a las primeras de cambio, se saltó a la torera sus afirmaciones y designó a Luis Planas como ministro de Agricultura, que lo estaba por un juzgado de Huelva, aunque luego se ha levantado. Además, no me gusta nada el papel protagonista que están adquiriendo los jueces en la vida pública española.
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