Opinión
Don Felipe, en su sitio
Esta vez los compromisos políticos del presidente del Gobierno con los soberanistas catalanes y con Podemos y sus socios, especialmente con la alcaldesa Ada Colau, han servido para que el homenaje en Barcelona a las víctimas del atentado del 17-A no se saliera de madre como el año pasado. A cambio, Pedro Sánchez hasta había retirado de su cuenta de twitter, aunque luego los repuso, el escudo y la bandera de España en su mensaje en catalán. Sea todo en función del diálogo, esa quimera en este caso. En conjunto, el acto –algo es algo– ha discurrido con respeto y, por tanto, con cierta normalidad. Se ha ceñido a lo principal, que era recordar a las víctimas y consolar a sus familias, además de expresar la gratitud de todos a los profesionales de la sanidad, emergencias y seguridad por su comportamiento aquel siniestro día.
El Rey ha estado en su sitio, donde tenía que estar, al lado de su pueblo en un momento cargado de sentimiento y de rechazo general al terrorismo. En esta ocasión, no ha habido insultos ni tumulto. Barcelona ha sido una ciudad de paz, a pesar de los intentos propagandísticos y de provocación de grupos radicales. Se han desplegado algunas pancartas inamistosas, que convendría ignorar por infames, y una cuadrilla de descerebrados del CDR se han visto las caras con un grupo de patriotas monárquicos. Eso ha sido todo. Las instituciones del Estado –Gobierno de la nación, Generalitat, Alcaldía de Barcelona, Congreso, Senado y Parlamento de Cataluña– han aparecido unidos en torno al Rey, conjurados en una causa común. Felipe VI, lo mismo que su padre, tiene como principal objetivo de su Reinado ser el Rey de todos los españoles, también de los catalanes, a pesar de los últimos desencuentros con los que pretenden romper España. Eso provocó en el silencioso acto de ayer una tensión latente, pero nada más.
La impresión general es que se ha superado razonablemente bien una delicada situación política que llegaba, juzgando los antecedentes, cargada de incertidumbre. Sólo una nota discordante: un personaje tan errático, dependiente e inconsistente como Joaquim Torra, no se ha resistido a politizar el acontecimiento, elogiando a Trapero y a Forn, sometidos a la acción de la Justicia y calificando al que era, el día de los atentados, consejero de Seguridad de la Generalitat, de «injustamente preso». La gallarda presencia ayer del Rey en Cataluña, en una función tan comprometida, contribuye seguramente a que aumente el aprecio a la Corona en España.
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