Opinión

Balta y Lola

La dimisión es imparable. Ayer tuvo lugar el penúltimo capítulo de este serial por entregas. Tuvo dos partes. Vamos con la primera.

Acudía la ministra de Justicia a un desayuno informativo en el club Siglo XXI. En él, Dolores Delgado negó que se refiriera a Fernando Grande-Marlaska cuando le llamaba «maricón» en las cintas incautadas al comisario Villarejo en los registros de su casa. La ministra sugirió que la grabación podría estar manipulada. «Ahora surgen unas grabaciones de una comida en la que participo, de hace nueve años, de las que no tenemos los audios completos. Hay trocitos de audio solapados, puestos, pegados [...] Las grabaciones, ustedes saben que se cortan, se pegan, se ponen y se quitan». Y remachó: «El que me conozca sabe que no me refería a él». Pero sólo hubo que esperar hasta mediodía para que fuentes de su propio ministerio aclararan que Dolores Delgado no había querido negar que la expresión «maricón» se refiriera al hoy ministro. Lo que había querido decir es que la palabra fue «un insulto fuera de contexto» que no se empleó como «expresión homófoba referida a su condición sexual».

Y ahora, la segunda. En el mismo desayuno, quiso Montón aclarar su relación con el comisario José Manuel Villarejo, acusado de revelación de secretos y pertenencia a una organización criminal. Recordemos que la semana pasada había negado conocerlo: «No he mantenido ninguna cita de ningún aspecto profesional como trabajadora en la Audiencia Nacional. Es radicalmente falso». Pues bien, ayer en la tertulia empezó balbuceando, para terminar reconociendo que había estado con Villarejo «tres veces, que recuerde». Si antes mintió, no sabemos muy bien por qué debemos creerla ahora. Pero el hecho es que las grabaciones demuestran una familiaridad de los comisarios con la ministra de Justicia «Lola» y con Baltasar Garzón «Balta» durante su etapa de fiscal en la Audiencia Nacional más que evidente y clara.

Pero la puntilla a la ministra no se la dió el Gobierno ni el PSOE, que han decidido apoyar a Dolores Delgado, al menos hasta que regrese Pedro Sánchez de su periplo americano. La sentencia la dictó Pablo Iglesias: «Alguien que se reúne de manera afable con un personaje de las cloacas de este país hace daño a la mayoría que aprobó la moción de censura [...] y debería alejarse de una función pública que debe ser noble. Creo que estoy siendo cristalino».