Opinión

Cuestiones de Estado

Todo empezó el pasado verano, cuando el gobierno bonito pasaba unos días de descanso tras estrenarse en sus tareas. Entonces, en aquella comparecencia conjunta con Angela Merkel, el presidente del Gobierno, criticó por primera vez la actitud, tanto del PP, como de Cs. Dijo que veía «razonable» –menos mal– hacer oposición, pero no la estrategia de estos dos partidos en las cuestiones de Estado. Y citó dos: la política penitenciaria y el problema migratorio. Sobre el traslado de presos, dijo que no estaban haciendo oposición al Ejecutivo sino al Estado y, por tanto, a ellos mismos. Y sobre la cuestión migratoria, recordó al PP que ese pacto ya se lo había ofrecido a su presidente, Pablo Casado, en un «acuerdo de país» –así lo llamó– que luego hizo extensivo al resto de los partidos.

Evidentemente, aquel llamado al «pacto entre los demócratas» constató algo que ya había observado en Pedro Sánchez. No sólo no consultaba estas cuestiones con el resto de los partidos sino que, si se quejaban como ocurrió en el asunto de la unilateralidad de las decisiones sobre política penitenciaria, les reprochaba no haberle apoyado en esas cuestiones. El último capítulo de esta burda estratagema dialéctica lo conocimos ayer cuando Sánchez volvió a dirigirse a PP y Cs para recordarles que «hacer oposición hoy es apoyar al Gobierno en cuestiones de Estado» y que Cataluña era «una cuestión de Estado». Que el gobierno de Rajoy no hizo nada en Cataluña sin el apoyo del PSOE es conocido; y que el gobierno no ha consultado su estrategia en Cataluña con PP y Cs es tan obvio como equivocado. Porque las cuestiones de Estado existen. Y existen aunque Sánchez piense que puede también utilizarlas electoralmente en su propio beneficio.