Opinión

Salir del armario

Durante la última reunión del Instituto de la Empresa Familiar, Juan Roig, el de Mercadona, instó a los empresarios a «salir del armario». «No tenemos buena imagen porque no salimos», dijo para añadir que «somos los que creamos riqueza» y descalificar al sector público porque «no la crea». Como programa político, no está mal. Lo malo es que ambas afirmaciones son falsas, aunque sólo sea porque, además de los empresarios, los trabajadores también crean valor, y porque asimismo en el sector público se realizan actividades valiosas, como las educativas, las científicas, las sanitarias, las de mantenimiento de las infraestructuras o las de redacción de las leyes que nos gobiernan. No es que yo sea un entusiasta de «lo público», como se dice en la izquierda ignorante, pero no me parece que haya que quitar méritos a quienes los tienen. Que la cosa funciona de manera renqueante: pues sí; que debería mejorar: también. Pero esto no implica lo otro.

Llevados por el entusiasmo, otros participantes incidieron sobre el asunto. Simón Pedro Barceló, el de los hoteles, consideró parasitario al sector público porque «vive de lo privado»; y Marc Puig, el de los perfumes, afirmó que los empresarios «son los que han sacado a España del agujero». Así de rotundo, como si lo que se hizo desde el gobierno, con el ajuste presupuestario, la disciplina bancaria y la reforma del mercado de trabajo, no hubiese tenido nada que ver. Tal vez se pudo haber hecho mejor, pero lo cierto es que, con esa política, no nos ha ido mal del todo. Pero esto parece que ahora no gusta a los empresarios y, por ello, desean hacerse con las riendas del poder. José Manuel Entrecanales, que se dedica a lo de las infraestructuras que financia el Estado, lo dijo claramente: «los empresarios deben considerar incorporarse a la política», no sin antes señalar enfáticamente que ésta «sufre un deterioro».

Al leer todo esto, se me han revuelto mis entrañas de economista. Sin quererlo me ha venido a la memoria la famosa observación que hizo Adam Smith en el libro primero de la «Riqueza de las Naciones»: «Raras veces suelen juntarse las gentes ocupadas en la misma profesión u oficio... sin que la conversación gire en torno a alguna conspiración contra el público». Ya sé que los economistas somos de colmillo retorcido y que solemos desconfiar del gobierno. Pero si éste estuviera en manos de empresarios, sería para echarse a temblar. Ya lo dijo Wassilly Leontief: «Los capitalistas son gente dinámica y con ideas, pero cuando se trata de gobernar no son muy competentes». Así que mejor que sigan en el armario.