Opinión
Ciclogénesis
No hay nada sin razón suficiente, proclamó Leibniz, a quien Machado considera el filósofo del futuro. Lo que ha ocurrido en Andalucía, que señala el camino del cambio en la política nacional, no es obra de la casualidad o del destino caprichoso. Hay razones de sobra que lo explican, aunque pocos veían venir la ciclogénesis que se avecinaba y que se ha llevado a la izquierda por delante. Y menos que nadie el CIS de Tezanos, con la descarada utilización partidista de los sondeos. Al cansancio del electorado andaluz por la corrupción endémica del partido dominante durante décadas y la falta de resultados en el progreso social y económico, se ha unido el rechazo general a la política de Pedro Sánchez, condicionado y sostenido desde sus discutibles orígenes por los populistas de extrema izquierda y los separatistas. La situación de Cataluña, con la constante provocación al resto de España sin que el Gobierno reaccionara, sino todo lo contrario, tenía que estallar por algún sitio. Las banderas en los balcones no eran más que un adelanto de lo que venía. A muchos españoles, de izquierda y de derecha, se les ha acabado la paciencia. No era, en absoluto, extraño que de este cabreo general surgiera una fuerza radical de derechas, envuelta combativamente en la bandera nacional.
Pero ha habido muchas más razones que confluyen para explicar esta tormenta perfecta. El empeño de la izquierda en apoderarse de la memoria histórica y darle la vuelta a la guerra civil, criminalizando a los del bando vencedor, ha herido muchas sensibilidades. La idea-estrella del Gobierno de desenterrar a Franco ha alentado el nacimiento de un neofranquismo de trinchera. La exhibición del republicanismo por parte de los socios del sanchismo, partidarios de cargarse el «régimen del 78», justo a los cuarenta años de la Constitución de la concordia, con constantes injurias al Rey, también ha encendido la sangre a mucha gente. La imposición de la ideología de género, con la exaltación del feminismo radical, el laicismo y el derrumbamiento de la moral sexual –matrimonio homosexual, aborto, eutanasia, etcétera– , que amenaza de raíz a la familiar tradicional, ha inquietado a amplias capas sociales de sensibilidad católica. Muchos ciudadanos han percibido que renacían los problemas que condujeron al fracaso republicano y al enfrentamiento. En fin, la inmigración descontrolada, con la creciente «invasión» de musulmanes, ha provocado movimientos de rechazo, próximos a la xenofobia y acordes con una corriente general europea. En resumidas cuentas, los aparentes excesos de una derecha montaraz en auge son la respuesta popular a una izquierda anticuada e irresponsable.
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