Opinión
Minuto yugoslavo para Susana Díaz
Maurice Duverger alumbró la ley que lleva su nombre, y que establece una relación directa entre los sistemas electorales y los mapas políticos y cómo distintos procedimientos electorales generan escenarios políticos diferentes, con consecuencias distintas. Podemos y Vox y Ciudadanos son productos de un sistema electoral proporcional, mientras que los bipartidismos americano o británico lo son del sistema mayoritario. España aplica un método proporcional corregido, que incluye largos periodos postelectorales. Son los que explican que en Andalucía persista una cierta incertidumbre sobre cuándo y cómo PP y Ciudadanos formarán Gobierno con los votos de Vox que, sin embargo, intenta estirar los plazos para rentabilizar su posición y poner en apuros a los de Casado y Rivera, aunque todo estaba claro el 3 de diciembre.
Los tiempos en política son decisivos. Pedro Sánchez presentó su moción de censura un 25 de mayo. Mariano Rajoy, en una decisión extraña para él, pidió que se tramitara con celeridad. En menos de una semana, el PSOE logró los apoyos de Podemos, nacionalistas, independentistas y Bildu con el único objetivo del expulsar al popular del Gobierno. Una semana después, el 1 de junio, Sánchez accedía a la presidencia del Gobierno. Nadie sabe qué hubiera ocurrido si Rajoy hubiera alargado la tramitación de la moción un mes o más, un tiempo que podría haber abierto grietas entre sus adversarios, como ahora Vox hace entre PP y Ciudadanos.
En España, la elección de alcaldes, gracias a una modificación de la ley electoral, es más clara y rápida. Apenas 20 días después de las elecciones, se constituyen las corporaciones. Ese mismo día es elegido alcalde el candidato que obtenga mayoría absoluta de los votos de los concejales. Sin ningún candidato la logra, es proclamado alcalde el concejal que encabezó la lista con más votos populares. Todo ocurre con celeridad y quienes pueden formar una mayoría la alcanzan sin entretenerse en negociaciones eternas, ante el peligro de que sea elegido un adversario. Esa norma no rige para el Gobierno de la Nación y para los de las Comunidades, en donde los plazos pueden eternizarse. Por eso, Susana Díaz, que ahora contaría con el apoyo de la podemita Teresa Rodríguez a pesar de su pésima relación, todavía sueña con su «minuto yugoslavo», que eran los últimos y frenéticos 60 segundos en los que los equipos de baloncesto yugoslavos –antes de la tragedia de los Balcanes– ganaban los partidos con un triple sobre la bocina. La presidenta andaluza no tendrá ese minuto, lo que no impide que el tiempo previo de partido sea inútil y estéril.
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