Opinión
El petróleo no nos salvará
España se desacelera por el agotamiento de los vientos de cola, es decir, de aquellas fuerzas externas a la propia economía que durante los últimos años han impulsado su crecimiento por encima del potencial. Uno de los más importantes vientos de cola eran los bajos precios del petróleo, variable que comenzó a frustrarse a largo de este ejercicio cuando el barril de Brent escaló por encima de los 80 dólares. Tal encarecimiento coincidió, como decimos, con los peores registros de nuestro PIB y de nuestro nivel de empleo en el tercer trimestre de este ejercicio. Sin embargo, desde finales de octubre de 2018, los precios del petróleo experimentaron un colapso de alrededor del 40%. A mediados de diciembre, el Brent llegó a ubicarse en apenas 50 dólares el barril; e incluso ahora mismo, ni siquiera ha recuperado los 60. Si España se desaceleró por el encarecimiento del petróleo, ¿acaso no volverá a acelerarse con su abaratamiento actual? Tal es, de hecho, la hipótesis que comienzan a deslizar algunos renombrados economistas nacionales: la bajada del crudo le sentará bien a nuestra economía y, por tanto, acaso seamos capaces de batir los malos pronósticos para este 2019. Y si bien es incuestionable que un petróleo asequible supone un brutal estímulo para nuestro país (cada dólar de abaratamiento del Brent supone un ahorro para nuestra economía de casi 500 millones de euros anuales, de modo que una reducción desde 80 a 60 dólares equivaldría a inyectar unos 10.000 millones de euros en España, casi el 1% de su PIB), también es necesario contextualizar las razones que han llevado a la caída de su precio. La fundamental es que durante el cuarto trimestre del año, inversores y analistas estaban pronosticando un fuerte frenazo de la economía global –algunos de ellos incluso temían el riesgo de recesión–, de modo que también preveían un consecuente debilitamiento de la demanda mundial de crudo. Durante los últimos días, empero, los datos que hemos ido conociendo sobre la economía estadounidense y sobre los planes del gobierno chino para relanzar sus niveles de actividad parecen haber alentado una nueva ola de moderado optimismo sobre el devenir global de 2019, y conforme ese (moderado) optimismo global ha retornado, los precios del crudo también han vuelto a escalar. O dicho con otras palabras: el petróleo estará barato en 2019 en la medida en que la economía mundial esté débil (y, por tanto, la demanda mundial de crudo también lo esté). Si salimos ganando por el petróleo barato, saldremos perdiendo por la atonía internacional; si salimos ganando merced al mayor dinamismo foráneo, entonces saldremos perdiendo por el lado de un petróleo caro. La situación exige vestir un santo para desvestir otro. Por ello, convendría que dejáramos de colocarle velas a todo el santoral económico y nos pusiéramos manos a la obra para hacer frente a una desaceleración que sí o sí está en marcha. Por un lado, hacen falta liberalizaciones estructurales para facilitar la creación de empleo y de empresas; por otro, promover una bajada de impuestos y recorte del gasto para asegurar el desapalancamiento estatal sin asfixiar fiscalmente al ciudadano. El petróleo no nos salvará.
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