Opinión

Díaz o «no llores por mí Andalucía»

Pedro Sánchez tampoco esperaba el batacazo de Susana Díaz, con un resultado electoral calificado en la Moncloa como «malísimo». La todavía –por unos días– presidenta andaluza confió hasta el final en un azar que le permitiera seguir en el despacho de San Telmo. El líder del PSOE entendió el mismo 3 de diciembre que Juan Manuel Moreno Bonilla sería el primer presidente de la Junta de Andalucía no socialista.

En ese instante comenzó a trabajar en el futuro del PSOE andaluz, clave de bóveda para que el socialismo gane las próximas elecciones generales, se celebren cuando se celebren, y para que antes, en mayo, conserve buena parte del poder municipal que detenta en Andalucía. Sánchez, porque Díaz fue su rival en las primarias que ganó contra pronóstico, eludió inmiscuirse en los planes de la líder andaluza, que decidió por su cuenta la fecha de la cita electoral y la confección de las listas.

Hubo quien advirtió de los riesgos en el cuartel general socialista en Madrid, pero Sánchez y José Luis Ábalos, secretario de organización –que no previeron la debacle–, descartaron intervenir. Ahora, el presidente del Gobierno trabaja para proteger las expectativas socialistas ante las inminentes citas electorales. No se precipitará y entiende el drama personal de Susana Díaz, pero el PSOE pedirá cuentas.

Ella sueña, como hizo, Guillermo Fernández Vara en Extremadura, recuperar lo perdido en otras elecciones, aunque olvida que, para el PSOE, Andalucía no es Extremadura. Por eso, Sánchez actuará. Lo decía el Conde-Duque de Olivares: «Al que vence se le perdonan los más graves defectos y al que fracasa se le niegan hasta las virtudes más evidentes». La política es cruel. «No llores por mí Andalucía», escucha al fondo Susana Díaz.