Opinión
Las cuentas que no necesita España
El anteproyecto de presupuestos que ha aprobado este viernes el Consejo de Ministros no es el anteproyecto que necesita España, y no lo es tanto por razones tanto de forma como de fondo. Entre las razones formales, sobresale el hecho de que el PSOE no cuenta con los apoyos necesarios para su aprobación. Recordemos que Pedro Sánchez pactó con Pablo Iglesias unos presupuestos elaborados sobre la base de un déficit del 1,8% del PIB, pero, al no haber podido aprobar el nuevo techo de gasto, éstos deberán ajustarse al 1,3% comprometido por Rajoy a Bruselas: eso supone incluir ajustes adicionales por valor de 6.000 millones de euros sobre el conjunto de las Administraciones Públicas.
Desde Podemos ya han advertido que ellos sólo apoyarán las cuentas originales que fueron consensuadas con el PSOE, lo que parece indicar que los nuevos presupuestos de Sánchez no son de su agrado. Y todo ello sin entrar a considerar que, aun recabando el apoyo de Podemos, los socialistas seguirían necesitando el improbable espaldarazo de los nacionalistas catalanes. Es decir, desde el punto de vista formal, el Ejecutivo está iniciando una travesía en el desierto para acaso terminar estrellándose contra una muralla: un derroche de esfuerzos, plazos, recursos y atenciones mediáticas cuyo único propósito real es prolongar el paripé de la legislatura y así evitar convocar las elecciones en una coyuntura nada propicia para el socialismo sanchista. El trámite presupuestario del PSOE es, pues, una mera instrumentación de las instituciones del Estado para apuntalar a un gobierno frágil y sin capacidad de impulso político.
Sin embargo, mucho peor que los problemas del continente de estos presupuestos son los problemas de su contenido: es decir, del conjunto de medidas de ingresos y de gasto que están presentes en estas cuentas. Recordemos que el déficit de 2018 habrá cerrado en torno al 2,8% del PIB, de manera que para reducirlo al 1,3% será necesario un ajuste, en el conjunto de las Administraciones Públicas, de unos 17.000 millones de euros: el Gobierno, empero, planea aumentar sus gastos en cerca de 3.000 millones, de manera que para los objetivos acordados con Bruselas requerirán de una recaudación adicional de 20.000 millones.
Indudablemente, parte de ese aumento de los ingresos vendrá por la propia dinámica del crecimiento económico –que, no obstante, será menor del inicialmente esperado por el Gobierno, tal como hubo de reconocer este pasado jueves el Ministerio de Nadia Calviño–, pero otra parte no: y, para ello, el Ejecutivo de Sánchez ha preparado toda una batería de subidas de impuestos que resultará enormemente nociva para nuestro aparato productivo. Anoten: impuesto sobre transacciones financieras (hasta 850 millones de recaudación); impuesto sobre servicios digitales (hasta 968 millones); aumento de los tipos marginales máximos del IRPF (hasta 255 millones); impuesto sobre el diésel (hasta 693 millones); incremento de las bases máximas de cotización a la Seguridad Social (hasta 1.100 millones); subida del Impuesto sobre Sociedades para grandes empresas (hasta 1.900 millones).
Si complementamos todas estas medidas tributarias con otras orientadas a inspeccionar y exprimir con más saña a los contribuyentes españoles, llegaremos a la conclusión de que el PSOE aspira recaudar, vía mayor presión fiscal, hasta 7.700 millones adicionales a costa de las familias y empresas españolas: suma que, en cualquier caso, no será suficiente para alcanzar el objetivo de déficit del 1,3% del PIB (pues todas esas subidas fueron ideas para el 1,8%) y que, en consecuencia, requerirá de impuestos todavía mayores.
En definitiva, más gasto y más impuestos para probablemente terminar emitiendo más deuda (pues no es improbable que, dado el contundente aumento del gasto, ni siquiera alcancemos el déficit del 1,3%). No, estos no son los presupuestos que necesita España: formalmente estamos perdiendo el tiempo y, en cuanto al fondo, estamos tratando de convalidar unas cuentas que ahogarían el potencial de crecimiento de una economía que ya está en proceso de ralentización. Antes de embarcar a los españoles en una aventura alocada y peligrosa, más valdría que Sánchez convocara elecciones y nos dejara opinar sobre si queremos más impuestos, más gastos y más endeudamiento o, por fin, todo lo opuesto: es decir, menos impuestos, menos gastos y menos endeudamiento.
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