Opinión
Diferentes «tutelas», distintas «tutías»
Es mucho lo perdido en los últimos cinco años y probablemente sea imposible de recuperar porque el bipartidismo en España renquea hoy mas que nuca, pero a nadie puede caberle la menor duda –no había más que contemplar las caras– de que media un abismo entre la convención que el PP celebraba en Sevilla la pasada primavera y la de este fin de semana en Madrid, aquella acogotada por la sensación de caída libre con el «caso Cifuentes», colado de rondón en los vagones del «AVE» y esta otra marcada por la inesperada entrada en San Telmo, por un líder nacional cada vez menos contestado en clave interna y por la sensación –otra cosa serán los hechos– de que puede recuperarse mucho discurso arrinconado por el pragmatismo. La convención del PP finalizada ayer domingo deja sobre la mesa la gran pregunta a propósito de hacia dónde y hasta cuánto va a llegar Pablo Casado para ensamblar una opción política que frene la sangría de electores hacia VOX, que recupere terreno anexionado por Ciudadanos y que en el primer gran examen de mayo permita «geométricas variables» que recuperen poder territorial para la derecha, pero, eso sí, con las siglas populares manteniendo la referencia como ha ocurrido en Andalucía.
Casado y el redimido Aznar han a avanzado en esta convención lo que con toda lógica se perfilará en la ya comenzada precampaña a «todo» como un constante llamamiento al voto útil de la derecha hacia el PP en lo que debería ser un inicio de la reconquista hacia aquel gran partido en el que el expresidente acertó a acomodar a todo el espacio político desde parte del centro hasta la derecha más ortodoxa y eso está bien, pero el actual líder
–entre otras cosas elegido en proceso de primarias y no por el severo dedo del viejo buey de Villalba– haría bien en no olvidar que esa tarea, sin desdoro de sus antecesores, solo le corresponde a él y a su equipo con independencia de que los objetivos principales sean acercarse a muchas cosas positivas de la etapa Aznar excluidos obviamente los Correas, Bárcenas o bodas de Escorial y no desdeñar otros aspectos del periodo Rajoy, que, con todos sus defectos, mantiene en su haber el acierto de sacar al país de una gravísima crisis económica y –recuérdese– no sucumbir a los cantos de PSOE y Ciudadanos para abrir sin garantías el melón de la reforma constitucional.
La encuesta que ayer publicaba este periódico era reveladora al recordar que el votante popular quiere un candidato a la Moncloa libre de todo lastre, pero tampoco dispuesto a recuperar terreno a cualquier precio, entre otras cosas porque el PP no es una formación anti europeísta, ni anti autonomista, sencillamente no es VOX. Hoy las «tutelas y tutías» no son ya otras más que las impuestas por el sudoku político general con el bipartidismo agachando la cerviz. Hoy el PP gobernará Andalucía con la mitad de escaños que Javier Arenas y Sánchez gobierna España con la mitad exacta que los obtenidos por Rodríguez Zapatero. Es la endiablada «geometría variable», el cuento al que Pablo habrá de aplicarse, eso sí, como «primero de grupo».
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