Opinión
El mundo líquido de Casado y Errejón
Max Börn (Breslaia, Polonia, 1882–Gotinga, Alemania, 1970), conocido como el Nobel (1954) «humilde de la mecánica cuántica», defendía que «el azar es un concepto más fundamental que la causalidad». Mucho antes, Napoleón, cuando debía elegir a un general, preguntaba si tenía suerte. Pablo Casado acaba de doctorarse «cum laude» como líder del centro-derecha. La fortuna, caprichosa y esquiva, convirtió una debacle electoral anunciada en Andalucía en un cambio histórico, que envió a Susana Díaz –quizá todavía no quiere saberlo– hacia el desván de los políticos amortizados. Casado necesita repetir la jugada para demostrar que no ha sido una casualidad, pero, de momento, acumula dos sorpresas, liderar el PP contra pronóstico y desalojar al PSOE de su inexpugnable –hasta ahora– feudo andaluz. Todo será inútil si no logra el premio gordo de La Moncloa, pero también parecía imposible, apenas hace un año, que Pedro Sánchez estuviera donde está. Es el «mundo líquido» del polaco Zygmunt Bauman (Poznan, 1927-Leeds, 2017), ese estado «fluido y volátil» de la sociedad actual, sin valores demasiado sólidos, en el que la incertidumbre y la rapidez de los cambios han debilitado los vínculos humanos.
Íñigo Errejón, doctor gracias a una tesis plúmblea sobre la Venezuela de Chávez, sin duda domina las tesis de Bauman, muy influenciado por Gramsci, que jamás criticó al marxismo, ni en las épocas más oscuras de la Polonia comunista. Kurt Gödel (1906-Princeton, EEUU, 1978), lógico matemático, definía el tiempo como «un ser misterioso y contradictorio». Contradictoria ha sido la trayectoria-amistad de los podemitas, Iglesias-Errejón, y su historia de un desamor, con el estrambote de la renuncia a su acta de diputado del ahora socio de Manuel Carmena y aspirante a presidir la Comunidad de Madrid. Echenique, mano ejecutora del padre de los hijos de Irene Montero, exigió a Errejón, con malos modos y peor estilo, que entregara su escaño al partido con el que concurrió a las elecciones. Es lo que reclaman todos los partidos a sus disidentes, pero el Tribunal Supremo falló hace décadas que el escaño es del diputado o del senador, no del partido. Lo contrario sería dirigismo personalista. Si el parlamentario no puede tener opinión propia, ¿para qué elegir tantos diputados y senadores? El mundo líquido empieza a ser preocupante, pero pasará como toda moda. Casado, que prefiere los valores sólidos frente a los líquidos, lo tiene muy difícil, pero no imposible. Wittgenstein pensaba que el tiempo «es un misterio no resuelto» y por eso «fascinante». Casado y Errejón están convencidos.
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