Opinión

Un magnífico discurso

El tiempo vuela, es cierto, pero una semana da para mucho y una no sabe por dónde empezar. Digamos que lo más sobresaliente, por el lado positivo, ha sido el discurso de Victorino Martín en el Senado, defendiendo globalmente la cultura y en particular los toros. Asegura que si desaparecen las corridas no pasa nada, lo mismo que si desaparece la danza, la música o la literatura, pero seremos más pobres.

Que el animalismo supondría una hecatombe cultural, económica y ecológica y que aniquilaría la España rural. Esto entre muchas otras cosas cargadas de sensatez y sentido común en un discurso perfectamente vertebrado, algo a lo que no estamos acostumbrados, ya que los parlamentarios que «okupan» las dos Cámaras dejan mucho que desear, no como los lores británicos que se curran sus speaches llenos de metáforas que constituyen auténticas piezas literarias. No se hizo la miel para la boca del asno, se lee en el Quijote, y don Luis Medal, profesor de matemáticas de mi primera adolescencia, nos decía a mí y a otras cenutrias no aptas para los números, que tratar de enseñarnos era como echar margaritas a los cerdos. Así que tenemos que aguantar con lo que tenemos –y con lo que se vota, ya que estamos en un país democrático–, pero un soplo de aire fresco y de sensatez articulada nos hace huir, aunque solo sea por un rato y no tenga demasiada eficacia, del principio de incertidumbre de Heisenberg, un concepto vinculado al mundo de la física cuántica, es cierto, pero que también puede ser utilizado en psicología.

El momento que estamos viviendo es de mucha presión e indeterminación teniendo por un lado la huelga de taxis, por el otro el pequeño Julen y en Davos el patán del falcon, que nunca se ha visto en otra. A éste lo que más le pone son los viajecitos de gorra, que le pagamos todos, porque nunca se había movido de su pueblo. Ahora recorre el mundo con cargo a los PGE, con próxima parada en México e India y mientras tanto no se decide a reconocer como presidente de Venezuela a Guaidó porque se lo prohíben sus socios podemíticos y separatistas. ¡Qué ascazo y qué vergüenza!

La política es el arte de lo posible, una frase cuya autoría es bastante discutida, ya que la cosa está entre Aristóteles, Maquiavelo, Bismark o Churchil, pero eso da igual. El caso es que hace un año ni podíamos imaginar estar como estamos, ni Sánchez soñar con recorrer medio mundo, como ya lleva hecho. Kim Jong-un está abriendo su propio Marina d’Or y dentro de nada el plagiador estará haciendo algo parecido, porque hasta en eso copia, mientras sigue vendiendo un trozo de España a quienes le sigan apoyando y prolongando la agonía del empleo, de la economía y de los españoles en general que no damos crédito a lo que nos está pasando.

Si yo estuviera al frente de un partido político trataría de captar a Victorino Martín, que lejos de estar centrado en su ganadería, en su profesión de veterinario o de ocuparse de negocios y representar toreros, es hombre abierto a una cultura que va más allá de lo taurino, y su discurso en la Cámara Alta, con una corrección protocolaria y lingüística de altísimo nivel, así lo dejó demostrado. Pero parece que molan más los dinamizadores de barrio, que cuestan a ciudades como Madrid seis millones y pico de euros y que no valen para nada, más que para dar empleo a los amiguetes y familiares de la ultraizquierda gobernante. Creo que voy a apuntarme con minifalda y pompón, como las animadoras del fútbol americano, a ver si me sale un chollo de esos.