Opinión

"Me too"

Me llama una amiga de California y surge el tema del aniversario del «Me Too». Mi amiga es una profesional de clase media y tiene a su cargo a una familia monoparental de dos hijos de los cuales uno ya está en la universidad. «No puedes imaginarte», me dice con indignación creciente, «el desastre que ha sido el Metoo». «¿Lo dices por la campaña contra Morgan Freeman que luego ha demostrado ser mentira?», preguntó ingenuamente.

«Ese es un caso de tantos», responde, «no puedes calcular el daño que nos ocasiona a las mujeres». «¿Y eso?», pregunto un tanto sorprendido. «Pues porque ningún hombre quiere ser Morgan Freeman», me responde, «los grandes ejecutivos, incluso los de nivel inferior, están poniendo como condición que los viajes de negocios los hacen con otros hombres o solos. Ninguno quiere correr el riesgo de que cualquier ''bitch'' salga unos años después acusándolo de arrimarse mucho a ella en el ascensor o de haberle hecho proposiciones deshonestas durante la cena». «Entiendo, pero ¿eso tiene una consecuencia práctica?», indago.

«Por supuesto, a las mujeres las están poniendo en la calle o las sitúan en puestos donde no estén cerca de empleados relevantes. Nadie quiere perder un potencial importante para la compañía por una denuncia que puede ser muchas veces falsa o que incluso se ha instrumentalizado para ocupar el puesto de un hombre», me responde. Comprendo y me digo que esto pasa porque en Estados Unidos las empresas lo que desean es ser eficaces y, por supuesto, jamás aceptarán leyes que creen cuotas femeninas. El que vale, vale y nadie va a obtener un ascenso por lo que tenga entre las piernas aunque, gracias a las feministas, parece que sí lo van a perder. «En algunas firmas, resulta desesperante», continua con tono lastimero, «por ejemplo, las que exigen un código ético a sus directivos. Ahí nadie quiere tener a una mujer cerca para evitar problemas.

Y eso no es lo peor». «¿Ah, no?», exclamo. «No, estas ''assholes'' de feministas están consiguiendo que perdamos más y más terreno. Ahora un hombre dice que es una mujer y se puede presentar a miss universo. Dentro de poco, las primeras deportistas serán todas hombres que dicen que se sienten mujeres y con la alianza entre el feminismo y el lobby gay no tendremos ni medallas». Solloza y yo no le puedo ofrecer un pañuelo por teléfono.