Opinión

«Superlópez», sí; «Superblas», también

Pues ahora va a resultar que quienes anhelábamos el reconocimiento y el rescate desde el pozo del olvido de algunas de las más destacadas figuras que forjaron la historia de nuestro país, incluido el sueño de contemplar la recreación de sus gestas en el cine, vamos a quedarnos con un palmo de narices. La gala de los premios Goya celebrada en Sevilla este fin de semana ha reconocido lo mejor de nuestro cine durante el año con una indiscutible ganadora, «El reino», de Rodrigo Sorogoyen, un prodigio de producción que se hacía con siete estatuillas incluidas las de mejor guión y mejor dirección, pero sobre todo ha certificado – «Campeones» y en especial la deliciosa «Carmen y Lola» son prueba de ello– que hoy ya se tocan toda la variedad de temáticas y géneros con plenas garantías. Tal vez por ello choquen de manera especial algunos prejuicios, más relacionados con la ignorancia que con la ideología, a la hora de poner líneas rojas frente a cualquier sugerencia de recrear según qué personajes y qué episodios de nuestra historia.

Una gala de los Goya no es tal si no se cuelan elementos tangenciales a pie de alfombra roja y este año no iba a ser la excepción. De la crítica situación en Venezuela –dato que retrata a más de uno– se habló lo justo por no decir nada, tal vez porque en esta ocasión ya estaba escrito que VOX acabaría fagocitando el protagonismo con un simple chasquido de dedos. Pero dejando a un lado esas cantadas cuitas entre cineastas y la formación de Santiago Abascal, lo que resulta realmente chocante es el rechazo sistemático a todo lo que provenga de este partido, incluida la sugerencia de algo con lo que –sin ser votantes de VOX– no pocos hemos soñado, como es la elaboración de un guión y posible producción de una película a partir de la vida, gestas y azañas de Blas de Lezo. Que un guionista saliera el sábado con el «no escribimos sobre Lezo porque no nos da la punta gana» o que alguna actriz hablara de la mayor bestia negra española frente al imperio británico en términos de abyecto conquistador machista, además de ignorancia trufada de sectarismo es síntoma de un olvido que trasciende al mundo del cine y que no acabamos de hacernos mirar. Es de entrada, el fracaso de nuestro sistema educativo, incapaz durante décadas de unificar criterios a la hora de fijar quién es quién en la historia común de la nación española y es el olvido de los persones o hasta la tergiversación de hechos según en qué territorio del Estado se imparta la enseñanza.

Al olvidado y nunca reconocido militar y marino Blas de Lezo, se le debe, tras infligir la más humillante derrota a la todopoderosa armada británica en el sitio de Cartagena de Indias allá por 1741, que la mayor parte de Latinoamérica hable hoy todavía español y no inglés, entre otras cosas. Es uno de esos «superhéroes» que forjaron una nación y si fuera británico ocuparía lugar prominente junto a Nelson en la plaza de Trafalgar. Pero resulta que es español y no va a merecer, me temo, ni un «cameo» en «Torrente 7».