Opinión
Superplan de ahorro
Uno no espera demasiado de las campañas electorales por cuanto los distintos partidos suelen lanzarse a prometer un desparrame de gasto público hacia colectivos sociales con el más que evidente objetivo de comprar su voto. A este respecto, el obsceno comportamiento de Pedro Sánchez repartiendo centenares de millones de euros desde La Moncloa a golpe de decreto ley constituye la más exagerada exteriorización de esta viciosa estratagema política. Los gobernantes tienden a anteponer sus intereses personales a las necesidades del conjunto de la ciudadanía y, al hacerlo, socavaban los pilares del crecimiento económico futuro. Sin embargo, este fin de semana se produjo una excepción a esta tónica general de promesas clientelizadoras: el candidato del PP, Pablo Casado, prometió impulsar una histórica revolución en el trato fiscal que recibe el ahorro en nuestro país. Actualmente, los ciudadanos sólo pueden ahorrar aquella parte de su renta que les reste después de pagar el IRPF y, además, la reinversión de las plusvalías generadas merced a sus inversiones son sometidas a una nueva ronda de gravámenes dentro del impuesto sobre la renta. Por todo ello, el Estado succiona gran parte de la materia prima con la que contarían los contribuyentes para poder amasar un patrimonio a lo largo de sus vidas. La única vía con la que escapar temporalmente de esta rapiña fiscal es con aportaciones a planes de pensiones: como es sabido, los primeros 8.000 euros invertidos en este activo son desgravables dentro del IRPF (si bien tributan con saña en el momento de rescatarlos). El problema de los planes de pensiones es que son un producto financiero muy específico que no ha resultado provechoso durante los últimos años. La mayoría de ellos a duras penas han sido capaces de cubrir la inflación y de mantener el poder adquisitivo del ahorro. ¿Qué ha propuesto el presidente del PP? Por un lado, ampliar las desgravaciones de los planes de pensiones a todo tipo de activo real o financiero, de tal manera que, dentro de ciertos límites, seamos capaces de ahorrar a partir de nuestra renta antes de impuestos y sin vernos constreñidos a invertir en un producto financiero específico (y poco rentable). Por otro, que toda plusvalía que se reinvierta en adquirir otros activos reales o financieros no sea objeto de tributación, de modo que un ahorrador pueda moverse entre activos sin pasar por la caja del Fisco. Y, finalmente, que toda plusvalía quede exenta de tributar tras un período de tiempo todavía por concretar, de tal manera que el ahorro a largo plazo se vea fiscalmente bonificado. En definitiva, estamos ante una excelente propuesta que contribuiría a dinamizar el ahorro personal en España y que solventaría simultáneamente dos de nuestros mayores problemas económicos: primero, mejoraría el patrimonio de los ciudadanos ante unas exiguas pensiones públicas futuras; segundo, incrementaría la capacidad de autofinanciación de nuestro país y contribuiría a reducir la deuda exterior. En este caso, no puedo más que aplaudir la audaz propuesta de Casado.
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