Opinión

Agitprop amarillo

Los lazos amarillos son sólo una parte de la campaña publicitaria constante del independentismo catalán. Camisetas amarillas, gorras amarillas y todo tipo de merchandising carísimo acompaña los movimientos de los Comités de Defensa de la República, las asociaciones de vecinos favorables al régimen, las de payeses nacionalistas, las bandas de música, los castellets y los escultistas y senderistas. Es literalmente un coñazo, que propaga que la felicidad advendrá con la llamada república catalana. Por eso la propaganda del 1-O rezaba literalmente (guardo el folleto, por excelso): «Un país donde todos los días haya postre». Las mentiras se repetían impresas: una hacienda más próspera y justa, trabajo para todos, fin de la emigración de los jóvenes, una mejor sanidad y, por supuesto, la entrada en la Unión Europea. Un embuste tras otro, financiado en octavillas amarillas con el dinero de todos.

La Generalitat hace política de partido. Le es indiferente el votante no independentista. La impunidad propagandística de un solo lado es total. Vas al Hospital Clínico de Barcelona y los lazos amarillos están por todas partes. Los organismos públicos los exhiben en las fachadas. Los colegios. Sin contar la explosión de bolsas de plástico que cubren monumentos, vallas, jardines, puentes, farolas, sin que la autoridad policial haga nada. Sigue habiendo banderas independentistas en muchos pueblos y, ay de ti, si se te ocurre retirarlas. De inmediato eres señalado, tu casa pintarrajeada, tu coche, rayado.

Nada importa que la población se sienta agobiada. Nada tampoco que el plástico constituya una enorme devastación contaminante. Contra todo respeto al medio ambiente y al planeta, las bolsas amarillas de basura llegan al mar, se enredan en los arbustos y árboles.

La dejación de autoridad del Estado es apabullante, el ciudadano se siente abandonado. Poner una bandera española, quitar un plástico amarillo significa el boicot de tu negocio, las pintadas, el abucheo. En las empresas públicas entraña señalamiento y el fin de los ascensos. Por supuesto, implica la imposibilidad de acceder a subvenciones o ayudas. El temario de los mossos de esquadra o los guardias urbanos lleva numerosas falsedades históricas y forma en el independentismo. Los independentistas son los señores de Cataluña.

Y no hemos mencionado la constante campaña de TV3. Sus informes diarios y sesgados. Con sueldos millonarios para los comunicadores y contertulios. Como en Cataluña Radio, como en la extensa red de radios, teles y periódicos locales paniaguados.

Ahora, en un mínimo pero importante gesto, la Junta Central Electoral ha solicitado que al menos las instalaciones públicas se abstengan de esta publicidad de una sola parte de la sociedad catalana. La respuesta de Torra ha sido que no. Una abierta rebeldía. Porque siguen sin cumplir las leyes.