Opinión

Y ahora... ¡Las pensiones!

Paradojas de la política. Fue el gobierno de Rajoy el que llevó a efecto la última subida de las pensiones atendiendo no solo a las «yayomareas» que se manifestaban por toda España, sino a la realidad de unas cuentas que, superándose la crisis, estaban más saneadas y sin embargo fue el gobierno de Sánchez el que, tras la moción de censura y el «sayonara» a los esfuerzos del PP por sacarnos de la crisis, envió a todos los pensionistas esa famosa carta anunciando la tan ansiada subida. Ya se estaba tardando en esta carrera hacia el «28-A» en recurrir al registro de siempre, ese al que se sitúa en un gigantesco alarde de hipocresía política como el más intocable de los temas de estado pero acaba convirtiéndose en arma electoral y que no es otro más que las pensiones. Un derecho adquirido por todo español que haya cotizado durante unas decenas de años, pero cuya sostenibilidad futura nadie se atreve a abordar con un mínimo de rigor técnico y dejando a un lado las ya recurrentes alharacas sobre su carácter intocable.

Al PSOE le ha faltado tiempo –cosa más que lógica a once escasos días del arranque de la campaña electoral– para agarrar al vuelo las afirmaciones del «gurú» económico de Pablo Casado en el PP Daniel Lacalle a propósito de algo tan lógico en términos económicos como poco rentable en términos electorales como es el debate sobre la reducción de cotizaciones sociales y el replanteamiento en la revalorización de las prestaciones, de acuerdo con otros países serios de eso que llamamos la «Europa de nuestro entorno». Y convendría llegados a este punto ser honestos a la hora de contemplar la madre de todas las «bichas», porque en periodo electoral basta con la brocha gorda y después si se gobierna ya tocará coger el bisturí, pero Lacalle ha invertido los términos y Sánchez no ha dudado recoger el guante y sacar lustre a una cuestión en la que su discurso siempre va a ser más ventajoso que el del asunto catalán.

El debate sobre el futuro de las pensiones recuerda al Senado y a la televisión pública estatal, nunca se acomete la reforma definitiva, siempre se parchea y lo que queda es una mole formada por capas y estratos calcificados. Todos han utilizado el arma y curiosamente todos la han sufrido. Felipe González con la ruptura de la UGT tras rendirse al realismo de los necesarios fondos privados, Aznar pidiendo un crédito bancario para poder pagarlas justo tras su llegada al poder, «ZP» dando la orden de congelación por primera vez y desde un gobierno del PSOE Y Rajoy con una reforma del sistema –ya saben, la del «0,25%» que tuvo que tragarse ante una inédita e impensable presión en la calle muy bien manejada desde la izquierda. Lo mucho que hay en juego el 28 de abril no podía ignorar el suculento recurso de las pensiones, eso habría sido demasiado pedir. Ahora toca prometer trigo y el que venga detrás...que invente.