Opinión

Venezuela y la izquierdita cobarde

A la izquierda española se le llena la boca de rebeliones, tanto que al final se pasa de revoluciones y suena como un disco en el que Pavarotti saca voz de loca. Pero las barricadas solo se colocan como si fueran parte del mobiliario urbano donde sus líderes mandan. Vale una turba ante el Congreso de los Diputados. No una legión liberando a Leopoldo López en un país tan necesitado de ayuda humanitaria. Acogemos al Aquarius y nos hacemos el muerto con los que apenas viven para comer. Se puede uno encadenar ante un injusto desahucio. Líbrese, sin embargo, de retar a Maduro que echa de sus casas a millones de venezolanos porque no pueden llenar el estómago o no se les permite saciar su mente de libertad. Equidistantes, y hasta comprensivos, ante el golpe en Cataluña, que pudo también acabar en el baño de sangre que tanto asusta a la señorita Celaá, y templados ante el intento de empoderarse sobre el tirano de Caracas. Estamos siempre ante esa izquierdita cobarde, tomando las riendas de la semántica de Abascal, tanto chute de caballo, ahora hay que desintoxicarse, para tan poco campo. Mientras Leopoldo López permanecía en arresto domiciliario no se alzaron voces de lo que se tilda como progresía para que deambulara por las calles como un ciudadano de bien y no como un zombi. Sí lo merecía Assange, que al menos estaba entretenido con Pamela Anderson o Lady Gaga. Los apodados intelectuales llaman a la bondad democrática solo del lado interesado. La maldad abunda en el otro. Es un virus letal que los convierte en perversos vampiros de Düsseldorf. La memoria (la mala) es una raspa de pescado entre dos aguas. Dolor y gloria. Es hasta comprensible que el Gobierno español mantenga la calma, no somos tan ingenuos, aunque tenía al brazo del partido para hacerle una peineta al chavismo. Garzón y los chicos de Galapagar, que quieren aunque sea un taburete en el consejo de ministros, se revuelven directamente como si a ellos mismos los azotaran hasta sangrar. Coherencia obliga. No se puede pasar del puño en alto al corte de mangas en dos minutos sin pasar vergüenza. Hay que hacer la digestión y vomitar. En Venezuela no hay pobreza adjetivada, energética, fiscal, y esas cosas, sino pobreza a secas, si bien desde aquí la izquierda bien comida la vea como uno de esos chistes amargos de Carpanta. Que para franquista ya está Maduro.