Opinión

En la encrucijada

Escuchando a Albert Rivera la noche electoral nadie diría que no había alcanzado ninguno de sus objetivos. En Cataluña, los resultados más bien discretos, o malos directamente. El «sorpasso» al PP fue una entelequia en las europeas y en todas las elecciones autonómicas. En Galicia y País Vasco, el partido naranja pasa desapercibido. En Madrid, sacan pecho, pero las elecciones las ha ganado el PP, tanto en el ayuntamiento como en la comunidad. A pesar de aumentar el número de concejales en todo el territorio sus alcaldías son de menor rango porque no han alcanzado ninguna gran ciudad. En definitiva, Albert Rivera ha vuelto a mejorar, en su lenguaje ha ganado, pero sigue siendo la joven promesa, porque la realidad es tozuda. Ciudadanos se ha refugiado en su victoria, pero sabe que su papel en estos cuatro años de legislatura –incluida la nacional– no puede ser solo la muleta de los populares. Sería tanto como ir voluntario al abrazo del oso. Casado y el PP lo han pasado mal, pero tras los resultados los populares se rearmarán y dentro de cuatro años todo es posible. Por esta razón, Ciudadanos no puede darles un cheque en blanco, aunque les paguen con cargos en gobiernos y en papel institucional y político. Con esto sólo, los naranjas tendrían un papel subordinado y Rivera tiene donde mirarse: los liberales alemanes o ingleses, que después de apoyar a sus homólogos conservadores en la nueva contienda electoral fueron fagocitados. El Brexit ha resucitado a los ingleses. En Alemania, continúan su travesía del desierto.

Hasta el día 15, Rivera tiene tiempo para armar su estrategia. De momento, se ha limitado a nombrar a Inés Arrimadas, portavoz en el Congreso. Sobre alianzas y estrategias silencio absoluto. Entre otras cosas, porque en España la alianza con el PP pasa, ineludiblemente, por Vox, el partido franquista que canta el triunfo de la derecha con la canción falangista «Ya hemos pasao». Y eso le puede traer problemas en Europa. Ayer seguro que este fue tema de conversación entre Emmanuel Macron y Pedro Sánchez en el Elíseo y hoy lo será con Angela Merkel. En Europa no está bien visto que los liberales y los conservadores pacten con la extrema derecha. Quizás Casado se lo puede permitir, pero Ciudadanos lo tiene más difícil.

En este contexto, Rivera perfila sus próximos pasos de los que no ha dado pistas. En Madrid, Villacís ha insinuado al PSOE que si no quiere pactos con Vox que dé un paso al frente. En Barcelona, Valls insinúa que puede romper con la dirección nacional si se configura un pacto general con V. Manuel Valls puede hacerlo porque sus seis concejales son suyos no del partido, y Rivera no puede arriesgarse a quedarse sin representación en la capital catalana. Son los primeros estertores de movimientos. La clave es la respuesta a ¿dónde puede Ciudadanos dar un toque de atención al PP?

Las miradas se dirigen a tres comunidades: Aragón, Castilla y León y Murcia, además de varias decenas de ayuntamientos. Madrid queda fuera de este juego, al menos, en primera impresión. El golpe de mano en Castilla y León y Murcia, tendría sentido. Sería golpear en feudos dónde el PP gobierna desde hace décadas, sería darles la puntilla a los populares para crecer en territorios dónde Ciudadanos no tiene una presencia territorial sólida. Levantar el cordón sanitario al PSOE será el primer obstáculo que deberá sortear Rivera. Si no lo hace deberá dar el sí quiero a Casado por cuatro años en comunidades y ayuntamientos, y no está escrito en ningún sitio que este apoyo

le revierta buenos resultados en las próximas elecciones. Rivera está en la encrucijada y tiene 20 días para mover pieza. Luego ya será tarde.