Opinión

Desconfianza

Mérimée llevaba grabada en su anillo esta consigna: «Acuérdate de desconfiar». O sea que el autor de «Carmen» era un desconfiado radical, no se fiaba ni de su sombra. A los políticos españoles que están ahora vigentes les pasa lo mismo. Pedro Sánchez no se fía un pelo de Pablo Iglesias, y el líder de Podemos toca madera cada vez que se acerca a La Moncloa en busca de un huequecito –un pequeño caballo de Troya– en el gobierno del dirigente socialista, el de la resistencia. Los dos están escamados por anteriores escaramuzas. Para el candidato a la investidura sería como meter la zorra en el gallinero o el caballo de madera en la ciudadela secreta del poder de la izquierda, reconquistado con astucia. El de la coleta, cansado ya de idas y venidas, sospecha que lo que busca el otro, con las migajas de poder que le ofrece, es utilizarlo para salvar el trance, y olvidarlo luego; o, peor aún, minimizar a Podemos, que ya se encuentra en dispersión y en horas bajas, hasta aniquilarlo reduciéndolo a pavesas.

En el territorio de la derecha también rige la desconfianza, que está condicionando las relaciones políticas. Ni Casado ni Rivera se fían el uno del otro, y los dos consideran a Abascal un incordio molesto con el que hay que convivir hasta ver si Vox se apaga poco a poco. La pugna por el liderazgo del centro-derecha no ha cesado a pesar de la consolidación del nuevo presidente del PP. El joven dirigente de Cs no acaba de resignarse a su papel de bisagra. Por eso y por su radical desconfianza hacia Pedro Sánchez se niega en redondo, a pesar de las intensas y variadas presiones, a facilitar la investidura de éste y, mucho menos, a participar en su gobierno. En este contundente rechazo a Sánchez y al «sanchismo» coinciden Rivera y Casado. Seguramente con otro candidato socialista menos contaminado por sus engaños anteriores, sus enredos y negocios secretos con independentistas y gentes de mal vivir, el entendimiento sería posible y muy beneficioso para el futuro de España. Los últimos acuerdos con los nacionalistas en Navarra, en Canarias y en Baleares –puntos sensibles de la nación, además de Cataluña, el País Vasco y la Comunidad Valenciana– hacen que entre los defensores de la Constitución y de la unidad nacional aumente la desconfianza hacia el aspirante oficial a seguir en La Moncloa. ¡Navarra será la tumba del PSOE!, proclaman. Hoy el problema es Pedro Sánchez. Es el único, por lo visto, que no desconfía de él mismo.