Opinión
Lo volverán a hacer
La consigna del verano en Cataluña es: «Ho tornarem a fer» («Lo volveremos a hacer»). Está por todas partes. Los presuntos delincuentes no dan ningún signo de arrepentimiento. Los fugados de la Justicia siguen su campaña en Europa en contra de España y sus instituciones democráticas, mientras la Generalidad aumenta sus Embajadas propagandísticas por el mundo con dinero de los contribuyentes españoles. Los presos permanecen a la espera de la sentencia y del gran estallido social en la Diada del próximo septiembre. Confían en forzar el indulto para lo que consideran imprescindible que Pedro Sánchez siga en La Moncloa. Por eso han dado instrucciones a sus seguidores de favorecer la investidura del candidato socialista. Éste no puede ignorar que les deberá el puesto a ellos y a Podemos, la ambigua fuerza equidistante y populista. Recobrada la libertad y más envalentonados que nunca, lo volverán a hacer.
Como todo el mundo sabe, este es un largo proceso –el «procés»–, que viene de muy lejos y que sigue su marcha. Francesc de Carreras, una de las mentes más lúcidas e informadas de lo que pasa en Cataluña, acaba de subrayar, con evidente pesimismo, algunos puntos para la reflexión: «La estrategia del nacionalismo catalán –indica– es la del pasito a pasito hasta la victoria final». El artífice principal de esta estrategia demoledora es Jordi Pujol, al que en los años 80 muchos consideramos un hombre de Estado; en realidad él albergaba siempre el secreto propósito de demoler este Estado con paciencia, disimulo y por los pasos contados. Así hemos llegado a la situación actual.
El profesor apunta, como datos inquietantes que favorecen la consigna de volverlo a hacer, la toma estratégica por un pequeño grupo de empresarios separatistas, manejados por la ANC, de la Cámara de Comercio, y un hecho estremecedor: de los 947 Ayuntamientos catalanes recién constituidos, al menos 748 tienen alcaldes independentistas, lo mismo que tres de las cuatro capitales; la cuarta es Barcelona, en manos de la imprevisible Ada Colau. Mientras tanto, el letrero de «Ho tornarem a fer», genuino heredero de los lazos amarillos, invade las calles, el Metro y los autobuses de la Empresa Municipal de Transportes. En Madrid los de la investidura, unos y otros, siguen a lo suyo. Para hacer frente a semejante desafío, habría que pensar en un gran Gobierno de unidad nacional o, al menos, de coalición de fuerzas constitucionalistas. Pero se está haciendo todo lo contrario. Los actuales dirigentes políticos, perdidos en rencillas y ambiciones personales, con Sánchez a la cabeza, no parecen conscientes de su responsabilidad histórica.
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