Opinión

Educación financiera: la asignatura pendiente

La educación financiera es una de esas materias lectivas olvidadas en nuestros planes de estudio pese a que resultan del todo imprescindibles para que un menor se desarrolle como adulto responsable y sepa navegar por las procelosas aguas del ahorro, la inversión y el endeudamiento. A la postre, son innumerables las actividades financieras que los ciudadanos ejecutan a lo largo de sus vidas: abrir una cuenta corriente, reinvertir los (escasos) intereses abonados por esa cuenta corriente, solicitar y negociar una hipoteca, amortizar anticipadamente esa hipoteca, pagar las compras con una tarjeta de crédito... Para ejercer adecuadamente cualquiera de estas actividades, el ciudadano necesita de ciertas aptitudes que idealmente debería haber adquirido en su etapa educativa. Por desgracia, nuestro sistema de enseñanza, centralizadamente regulado y planificado por nuestros políticos, excluye la educación financiera de sus contenidos básicos. De hecho, partidos como Podemos han llegado a denunciar esta materia como un subproducto ideologizado y al servicio de la manipulación bancaria, cuando es justo lo opuesto. La educación financiera nos permite protegernos frente a los abusos de la banca. Así, los menores llegan a la edad adulta sin nociones elementales sobre cómo gestionar su patrimonio, lo que los vuelve pasto de timos variados (como las preferentes) o sencillamente de una pésima planificación financiera personal (verbigracia, no ahorrar suficientemente para la jubilación). Y ello a pesar de que hemos comprobado que una pequeña exposición a conceptos financieros elementales genera cambios positivos y perceptibles entre los alumnos. Por ejemplo, el Banco de España ha impartido un módulo de apenas 10 horas de educación financiera a 3.000 alumnos de 3º de ESO de toda España y los resultados ya han sido significativos: los alumnos obtuvieron mejores notas en los exámenes financieros estandarizados, comenzaron a involucrarse más en los asuntos financieros del hogar y también mostraron mayor propensión a ahorrar. Todos estos cambios fueron, a su vez, más notables entre los alumnos con orígenes familiares más humildes y con menor interés en los estudios (repetidores o alumnos que planean abandonar el circuito educativo de manera inminente). Probablemente, porque los alumnos procedentes de familias de renta media-alta ya habían recibido algo de formación financiera en el seno del hogar. Ahora que Vox está reivindicando la libertad de los padres para escoger la educación de sus hijos en autonomías como Madrid o Murcia, convendría que ampliáramos esa libertad hasta el punto de que los colegios puedan decidir autónomamente si incluir materias tan importantes como la educación financiera en sus propios planes de estudio. Las generaciones futuras lo agradecerán.