Opinión
Pacto por «streaming»: que sea mentira pero que parezca verdad
Manuel Calderón
De la agónica negociación entre Carmen Calvo y Pablo Echenique –en calidad de jefes de delegación de estados mayores coaligantes– sólo podemos estar seguro de una cosa: que se celebró en un lugar debidamente climatizado. En Madrid, como en gran parte del resto de España, el termómetro rozaba los 40 grados, una temperatura que de por sí provoca alteraciones de ánimo y de percepción de la realidad, que es lo menos aconsejable cuando están en juego cosas importantes, aunque no lo parezcan, como hacer presidente a Pedro Sánchez. Dadas las altas temperaturas, a punto estuvo el candidato de aparecer en una televisión que había encontrado hueco en su parrilla para tranquilizar al país de que, como en el Pacto Ribbentrop-Mólotov de no agresión entre Alemania y la Unión Soviética, también pasó por momentos delicados. Luego ya sabemos lo que pasó, pero esa es otra historia. Lo que tiene la democracia de cercanía o en «streaming» es que es en directo pero con sus circunstancias: permitiendo la mentira. Y los rumores, las intoxicaciones, las indiscreciones, las manipulaciones, las confesiones con la boca tapada para que no se lean los labios ni llegue el aliento amargo. El público manda y quiere el hiperdirecto, que de tan verdad, parece mentira. O al revés. El medio, ya se sabe, es el mensaje. Qué gran ejercicio de «streaming» el que nos han ofrecido Sánchez e Iglesias, convertir la hipérbole del fracaso político en un espectáculo no apto para personas decentes. La vanidad del poder. «Qué más da que la nada fuera nada» (José Hierro).
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