Opinión
Un proyecto centrado
Por Juan Manuel Moreno Bonilla
El balance del último año político en España, que empieza con la moción de censura a Mariano Rajoy y acaba con la segunda investidura fallida de Pedro Sánchez, arroja dos conclusiones. Una, la preocupante incapacidad del presidente en funciones para llegar a acuerdos; la otra, el surgimiento de Pablo Casado como referente claro en la oposición y alternativa para encabezar en el futuro un nuevo Gobierno. Después de dos votaciones de investidura, nadie que haya seguido con mínima atención los debates puede tener una idea clara de hacia dónde quiere Pedro Sánchez llevar a España, si no es a unas nuevas elecciones.
El candidato no hizo una exposición clara de un programa de gobierno sino una suerte de oferta generalista para que todos los demás se abstuvieran a cambio de nada, que equivale a decir a cambio de todo. «O yo o el caos» parecía el mensaje del presidente en funciones. Da la impresión en Sánchez de que, al partir de la ventajosa posición de presidente en funciones, no tiene gran interés en encontrar un desbloqueo a la situación política. Quien ha hecho de la «resistencia» su gran virtud tal vez considere que en las actuales circunstancias puede avanzar sin moverse, aunque el país empiece a correr un serio riesgo de ralentización, como advierten los resultados de la última oleada de la Encuesta de Población Activa (EPA).
Es difícil albergar esperanzas. Poco ayuda a la confianza en el futuro que el debate haya sido de sillones, hasta el punto de que hubo un momento el jueves, en la última intervención del portavoz de Unidas Podemos, en que parecíamos asistir más bien a una «subasta» de investidura.
Alguien ha dicho que podríamos habernos ahorrado el trámite, pero tampoco es así, porque sí que ha sido útil lo acontecido esta semana en el Congreso. Muy útil para comparar modelos, actitudes y concepciones de la política. Los votantes y afiliados del Partido Popular pueden sentirse orgullosos por el papel que ha desempeñado en este envite Pablo Casado, que ha demostrado tener una concepción de la responsabilidad pública muy distinta a la del candidato a la investidura. Sánchez y Casado son los exponentes de dos modelos antagónicos a la hora de representar a los ciudadanos. Tomando la definición de Otto von Bismarck, el presidente en funciones responde al político que sólo actúa pensando en las próximas elecciones mientras que el líder de la oposición es el hombre de Estado que actúa pensando en laspróximas generaciones.
Si analizamos el desempeño de Sánchez desde la moción de censura hasta hoy, comprobaremos que ha hecho de la táctica su estrategia, que no tiene más horizonte que el cortoplacismo de querer ganar cada vez más poder aunque sea para nada. ¿Acordar? ¿Para qué? Si analizamos el desempeño de Casado desde el XIX Congreso Nacional del PP hasta hoy, comprobaremos que ha diseñado un modelo de Estado y que lo expone con una apabullante solvencia cuándo, dónde y delante de quien haga falta. Frente al no-modelo de Sánchez, el Partido Popular ha demostrado siempre, yespecialmente en este último año, una capacidad indiscutible para alcanzar acuerdos asu derecha y a su izquierda siempre con el interés general por bandera.
Es tal esa actitud dialogante y la cintura política del PP que, aun siendo consciente de que el resultado electoral del 28-A no permite un gobierno de centro-derecha en España, estoy convencido de que en una hipotética investidura Casado estaría en condiciones de conseguir muchos más apoyos de los que ha obtenido ahora el candidato Sánchez.
El PP tiene un proyecto centrado. Prueba de ello es que Pablo Casado ha ofrecido al líder del PSOE hasta once pactos en asuntos de Estado y la apertura a negociar medidas de Gobierno. Pero para gobernar primero hay que ser investido y llama la atención el poco interés que se ha tomado el candidato socialista en intentar concitar un acuerdo entre sus colegas ideológicos. El fracaso político que significaría repetir las elecciones habría que anotarlo directamente en la contabilidad de Sánchez. Y, sobre todo, las consecuencias que ello tendría sin duda en la situación económica y social de España. Desde el Gobierno de Andalucía estamos sufriendo que haya en España un Gobierno fuera de control y la dilación en el inicio de la una legislatura estable que permita afrontar cuestiones trascendentales como la inaplazable reforma del modelo de financiación de las autonomías. Sufrimos también las consecuencias de la incertidumbre y de la inseguridad jurídica que mantienen en el aire inversiones en materias como, por ejemplo, las energías renovables, que supondrían para Andalucía 17.000 millones de euros de inversión para la próxima década. Pero acabar con el bloqueo institucional no justifica firmar un cheque en blanco. Porque no hay que olvidar que tan malo es no tener Gobierno como tener un mal Gobierno o un Gobierno hipotecado por los enemigos de España.
En el ideario colectivo del centro-derecha español quedarán para siempre el «No es no» y la moción de censura basada en una falacia con los apoyos de independentistas y proetarras. En realidad, el programa de Sánchez parece ser cerrar el paso al PP allá donde pueda y cueste lo que cueste, como lo demuestra su pacto con esas mismas fuerzas en Navarra o en ayuntamientos como el de Badalona, simplemente para que no gobernara un candidato que se quedó a las puertas de la mayoría absoluta. No deja de ser curioso que un candidato a la investidura cuya única obsesión es cerrar el paso al PP reclame la abstención del PP, para hacer exactamente lo contrario de lo que haría el PP. ¿Por quién nos toma? El poco esfuerzo que ha demostrado Sánchez a la hora afrontar su papel hace pensar que tampoco en agosto se tomará más interés. Si opta por tomarse unas vacaciones en cualquiera de los maravillosos destinos que ofrece Andalucía, podría aprovechar para llevarse algo de la capacidad para el diálogo y el acuerdo que demostramos tener en esta tierra a la hora, no sólo de formar Gobierno o de aprobar los presupuestos en apenas seis meses de legislatura, sino de sacar adelante grandes asuntos con el consenso unánime de todos los partidos, sin importar las siglas.
En un escenario político tan plural y diverso como el actual, con una amplia variedad de fuerzas a derecha e izquierda, la voluntad y la capacidad para el diálogo y el acuerdo es lo que define un proyecto centrado. Justo lo que está demostrando ser el Partido Popular.
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