
Opinión
La sociedad deshumanizada
La sociedad está muy enferma.
Vivimos en la inmediatez, lo queremos todo ya y ahora, en perversa competitividad:
"quítate tú, que me pongo yo", sin importar lo que tú prójimo
sienta; en absurda comparación: "tengo que ser más, tengo que tener más";
en vanas necesidades: "cuanto más poseo, más completo me siento"; y
en un taimado y torpe egoísmo: "hago esto porque a cambio quiero aquello".
Las nuevas tecnologías, las diferentes formas de comunicación y la velocidad de este mundo... ¡¡¡va demasiado rápido!!! Deshumanizan la sociedad.
Ya no sabemos ni quiénes somos ni
con quién vivimos y, lo más triste aún, dónde vamos. Estamos perdidos en
nuestro propio afán, presentando a los demás un ser humano que ni nosotros
mismo sabemos de quién se trata. ¡Qué trágico, qué perverso y qué maquiavélico!
Mal ejemplo damos a la especie humana habitando en una sociedad donde los que viven en libertad son los asesinos y los que se sienten prisioneros, en su propia comunidad, son los inocentes. Donde los jueces no imparten justicia, sino que se doblegan contradictoriamente frente a las leyes que ellos mismos juraron aplicar fielmente. Donde los políticos no sirven a los ciudadanos, al contrario, vejan con sus decisiones a las personas que los votaron.
¡¡¡Hay que parar, necesitamos
frenar!!!
Mientras las redes sociales sigan ensalzando lo felices que nos encontramos, lo guapos que somos, lo bien que vivimos, lo lejos que viajamos y lo mucho que nos queremos, eso sí, a nosotros mismos, estaremos en el limbo.
Debemos regresar a nuestros orígenes, a conmovernos con aquellos rostros inundados de hermosas sonrisas, a voces tarareando canciones pegadizas, a fotografías llenas de recuerdos cercanos, a famosas rondas de preguntas filosóficas, a sueños con olor a verano y a amores perdidos en el destino.
Yo hace tiempo que inicié ese
viaje de vuelta al principio. Al orgullo lo trato como si de un balón de fútbol
se tratara y lo chuto lo más lejos posible; al ego lo dejo en soledad para que
aprenda del silencio; y al odio, al odio lo mandé de excursión muy lejos, sin
billete de vuelta. Pero sé que hay muchos seres humanos que no lo conseguirán. Aun
así, no los juzgo; los acepto, los comprendo y los combato. Aunque nuestro
proyecto de vida no sea el mismo, intento que se apunten a la filosofía del dar, que no es otra que la
de humanizar la sociedad, para que ésta se cure. Solo es necesario comportarse
como un ser humano.
Tenemos que reaprender a ser
mejores personas, más realistas, más honestas, más generosas, más exigentes con
nosotros mismos, más conectados con el mundo, más autocríticos, más empáticos; a
que el dinero no da la felicidad y a que ni siquiera nos ayuda; a que somos
agua y huesos, ni más ni menos; a admirar las pequeñas cosas de la vida, como
eran las manías de mi padre; a querernos y a dejarnos que nos quieran; a
renacer, a reconstruir, a luchar, a respirar, a seguir dando de aquello que nos
cuesta y no tenemos; a pedir perdón, a amar sin reservas, a que no debemos
cansarnos de repetir y decir las palabras "te quiero", hasta
gastarlas; a saber que tenemos unas familias maravillosas y amigos con los que
poder conversar; y a vivir, sí, a vivir, que es aquello que diferencia a los
que estamos aquí de aquellos que nos dejaron.
El peso de esta deshumanizada sociedad puede resultar una carga demasiado grande, dolorosa y constante para que encontremos la plenitud. Pero, lamentablemente, la vida es tan corta para no ser feliz, para no querer, para no creer, para no soñar, para no reír, para no bailar, que tenemos la obligación de existir.
La historia está llena de héroes anónimos, seres que dedicaron su existencia a iluminar con su destello nuestro universo. Recordad, somos nosotros y no otros los que tenemos luz propia.
Al final, las ciencias exactas no definen nuestras vidas, aunque la gente se empeñe en decir que dos más dos son cuatro. La realidad no es esa; más bien es un tema de corazón, de emoción y de sensación: una ciencia imperfecta.
Pensad con cuántos de vuestros semejantes cercanos habláis de este tipo de cosas, que son las que realmente definen lo que somos. Y cuando lo hayáis hecho, os invito a que exploréis. Es algo muy hermoso, pero es muy duro y requiere una valentía que muchos no están dispuestos a asumir.
¡Qué equivocado es creer que una
persona es algo más que una persona! Debemos recordar que la sociedad no
existiría, si no fuera por las personas que la forman. Os propongo un reto: humanizar
la sociedad, ¿os atrevéis?
(Dedicado a los que luchan por una sociedad mejor).
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