Opinión
La amenaza de las urnas
Se ha echado encima el augusto mes de agosto con la sensación de fracaso político y con dos actitudes contrapuestas: por un lado, la necesidad de dar descanso al cuerpo y al pensamiento dialéctico tras el largo e inútil forcejeo pasado y, por otro, la conveniencia de salir cuanto antes del atolladero sin esperar a septiembre. El cansancio y el descrédito de la clase dirigente, la falta de un objetivo claro de gobierno y las increíbles y amenazantes encuestas del socialista Tezanos –que son armas cargadas de pasado– parece que inclinan la balanza a forzar el tiempo de juego con la amenaza de las urnas sobre la cabeza de los pretendidos socios. Hay este verano una descarada y brutal presión desde el poder sobre estos posibles socios –Podemos y Ciudadanos–, atizando sus discordias y diferencias internas, a través de todas las terminales de La Moncloa, empezando por el CIS y eso que llaman colectivos sociales, para que se plieguen o se atengan a las consecuencias. Dicho de una forma tosca: o ayudan a la investidura sin pedir nada o casi nada a cambio –eso va sobre todo para Pablo Iglesias–, o elecciones en noviembre con la reducción de estorbos, a derecha e izquierda, y la vuelta al carril del bipartidismo.
No se sabe si el Rey, cumpliendo su papel institucional, explorará discretamente, para desbloquear la situación, la viabilidad de otro candidato del partido ganador de las elecciones, distinto de Pedro Sánchez tras el fracaso de éste en la investidura por segunda vez y la falta de confianza hacia su persona, cuando no evidente rechazo, manifestada por los otros dirigentes políticos. No parece que al interesado, después de la desconfianza hacia su persona manifestada con vehemencia y acritud por los líderes de los principales partidos, se le haya pasado por la cabeza hacerse patrióticamente a un lado, desmintiendo así a los que le acusan de aferrarse al poder como único objetivo de su vida política.
Y, sin embargo, ese noble gesto dignificaría a su persona y a su partido y ayudaría seguramente a encarrilar la vida nacional ante las turbulencias que se avecinan. Ésta se nos antoja a muchos la mejor y menos traumática salida a la larga crisis institucional que padecemos, desde el «no es no» hasta ahora. Desde luego, parece mucho más razonable que volver a las urnas en otoño, fiándose de las amañadas encuestas de Tezanos. Aunque le saliera bien la jugada a su mago de cabecera, Sánchez no es hoy, ni en noviembre, la solución, sino el problema.
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