Opinión
El apremio del Rey
No habría que echar en saco roto el apremio del Rey a los dirigentes políticos para que se pongan de acuerdo y eviten una repetición de las elecciones. La convocatoria del pueblo a las urnas en noviembre supondría la culminación de un fracaso colectivo. Prolongaría el período de inestabilidad justo cuando más falta hace un Gobierno sólido para hacer frente a la crisis catalana tras la sentencia del Supremo y a la convulsión europea tras el Brexit. Eso sin contar los otros acuciantes asuntos domésticos pendientes, en un momento en que la economía empieza a dar señales de cansancio. La recomendación regia está puesta en razón cuando se dispone a recibir mañana en Marivent al presidente del Gobierno en funciones, un político que ha sido rechazado por los representantes del pueblo dos veces en tres años .
Que se sepa, nada importante ha cambiado en el escenario político desde el fracaso de la investidura de Pedro Sánchez. Ni siquiera hay aún candidato propuesto por el Jefe del Estado. Ha variado, si acaso, la propuesta socialista a Podemos. Ahora La Moncloa recula y retira a Pablo Iglesias la oferta de Gobierno de coalición. Propone la «fórmula portuguesa», con un programa de izquierdas y apoyo desde fuera. Pero resulta que las bases de UP votaron hace pocas semanas y su contundente mandato a la dirección fue: o coalición o nada. Así que Iglesias, aunque quisiera ceder a las pretensiones de Sánchez, que no parece, tiene las manos atadas, a no ser que los referéndum partidarios no tengan ningún valor democrático y sean papel mojado. Vistos, pues, los antecedentes y las circunstancias, esta conjunción de izquierdas para salir del atolladero no se presenta fácil.
Tampoco ha mejorado precisamente, desde el día de la investidura, la relación del actual inquilino de La Moncloa con el Partido Popular ni con Ciudadanos. La jugada de Navarra ha emponzoñado definitivamente cualquier clima de colaboración con el dirigente socialista. Por este lado el portazo está garantizado. El Rey tendrá que medir las consecuencias de un eventual Gobierno en minoría con el apoyo externo de Podemos, si esto cristalizara, y con el respaldo de los soberanistas vascos y catalanes, lo que Rubalcaba llamaba «gobierno Frankenstein». No parece que esta sea una buena fórmula para hacer frente a la endiablada situación. Como tampoco es muy recomendable, según Felipe VI, volver a las urnas en noviembre, puede que la solución consista en proponer a otro candidato, que cuente con menos rechazo e inspire más confianza y que sea capaz de organizar la gran coalición con las fuerzas constitucionalistas.
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