Opinión

El retraso

La puntualidad es la cortesía de los reyes». La frase se atribuye al rey Luis XVIII de Francia. Así parece. Desde luego no es una virtud cívica que pueda atribuirse al presidente del Gobierno español en funciones. El miércoles Pedro Sánchez acudió a despachar con el Rey Felipe VI en Mallorca con cincuenta minutos largos de retraso sin suficiente motivo aparente. Parece que se prolongó más de la cuenta una reunión con empresarios en Madrid y el avión oficial tuvo que esperar al político socialista en la pista de Torrejón. Esto obligó también a esperar pacientemente al Jefe del Estado, que se cargó de razones para cancelar la audiencia. Ganas no debieron de faltarle. La descortesía del presidente en funciones y candidato todavía a la reelección no es un asunto menor. Entre otras cosas, aparte de ser una muestra llamativa de mala educación, alimenta la leyenda cada vez más extendida de que este hombre, de tradición republicana, se considera por encima del monarca, al que ningunea, y por encima del bien y del mal. De vez en cuando, lo confirma llamativamente con sus actos, desacordes con las normas de protocolo más elementales. Y eso que de protocolo va su controvertida tesis doctoral.

Sánchez es un político que siempre llega tarde. El verano pasado también acudió con diez minutos de retraso a la cita con el Rey en Marivent, y el 27 de julio de ese año llegó hora y media tarde, o sea, a los postres, a la cena de gala que ofrecía Felipe VI al presidente francés en el Palacio Real. Así que no tiene remedio. Ahora anda muy ocupado haciendo campaña electoral con los llamados colectivos sociales para las elecciones del 11 de noviembre. Y eso le importa mucho más que la audiencia con el Rey, al que parece que le divierte hacerle esperar para demostrar quién manda aquí. Lo único que le interesa es la foto. No aspira ya a la investidura. Sabe que no habrá investidura. Le importa poco que el Monarca le encargue o no intentar formar Gobierno. Él se ha encargado ya de criticar a unos y a otros, poniéndolos de hoja de perejil, para impedir que lo haya. Va derecho a las urnas. Ahora todo su trabajo consiste en echar la culpa de la repetición de las elecciones a los demás. Pura estrategia electoral. No es extraño que aumente la desconfianza de todos hacia semejante personaje, que se considera el ombligo de España. Incluida, se supone, la desconfianza del Rey tras el último plantón.