Opinión

Asunto personal

Pedro Sánchez desconfía de Pablo Iglesias y no espera nada de la derecha. Lo ha confesado en una ampulosa entrevista, completamente acrítica e insustancial, una descarada operación de propaganda, publicada con gran relieve en el periódico adicto, como no podía ser de otra manera. Inauguraba así, el presidente en funciones, el curso político más azaroso. Su empeño consiste en echar la culpa a los demás de la repetición de las elecciones para sacar así la mayor renta posible de las urnas. Todo lo demás parece farfolla. Su propuesta es muy simple y está contenida en el aparatoso titular de portada: «Ni coalición, ni elecciones, hay otra vía: programa común progresista». O sea la rendición incondicional de UP, o si no, elecciones. Eso es todo. La directora del periódico y el redactor político que le entrevistaron no fueron capaces de preguntarle: ¿por qué no un gran Gobierno de coalición, como en Alemania, para hacer frente a los graves retos que se avecinan? O ¿ha pensado usted, ante los sucesivos fracasos en la investidura y ante el evidente rechazo a su persona de los dirigentes de los principales partidos, en hacerse voluntariamente a un lado para salir de este atolladero? ¿No cree que con otro candidato de su partido, menos rechazado, sería más fácil superar el bloqueo?

Son preguntas pertinentes. La crisis política que padecemos se ha enconado peligrosamente desde la irrupción de Pedro Sánchez, con un comportamiento errático y con su «no es no». Los propios dirigentes de su partido lo rechazaron inicialmente. Luego se han plegado, drogados por el humo del poder, aunque no las tienen todas consigo. Muchos sienten un profundo recelo ante el «sanchismo», que está suplantando al socialismo. Y repiten en privado el verso de Neruda: «Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos». Eso parece. Por lo demás, salta a la vista que ni Pablo Casado ni Albert Rivera ni Pablo Iglesias se fían de él. El desprecio de todos hacia él, y de él hacia todos, es unánime. El problema rebasa las discrepancias políticas, legítimas y enriquecedoras. Estamos ante un asunto personal que bloquea cualquier entendimiento serio, nacido en un clima razonable de confianza mutua. Y eso tiene mal arreglo: la desconfianza personal impide hoy en España el diálogo político. Uno se imagina a Pedro Sánchez reunido por la mañana con el pequeño grupo de los suyos en la Moncloa, los que marcan la estrategia y las acciones en los medios, recordándoles los versos de Ángel González: «Nosotros somos estos / que aquí estamos reunidos, / y los demás no importan».