Opinión

Greta, serás vieja

Llego aquí cabizbajo y humillado, con la vejez triste y los topicazos de los liberales a sueldo, a decir de algunos comentaristas, a regañar, vetusto verbo en este contexto, a Greta Thunberg. Sí, un ignorante más. A sabiendas de que las palabras de quien ose criticarla olerán a orín a deshora. De hecho, ya veo deslizarse una mancha en los pantalones. Greta asevera que le hemos robado su infancia mientras a los que ya pasamos la adolescencia hasta ser cincuentones –los que movemos el mundo y no vosotros, ratillas de laboratorio– nos llaman ancianos de mente por no comulgar en su altar, desechos humanos que padecemos una enfermedad por el momento incurable que es la de cumplir años y sentirnos cada vez más cansados tras las escasas noches de farra y hasta los huevos depende de qué. Los niños son sagrados pero la santificación de esta heroína de la ecología raquítica resulta ser la demonización de los que retiran canas en el lavabo, culpables de destruir el Planeta. No solo crean una religión verde fosforito sino que abanderan una lucha que solo acabará cuando nos salgan los pies del ataúd y sintamos el frío de los muertos de Joyce, si para entonces aún hay. Ya no es asesinar al padre, ese momento criminal por el que los humanos caminan alguna vez, sino a todos los padres. Greta quiso ser el hada de los cuentos. La entrañable sobrina idealista se ha convertido en dragón. Gracias a los que le robaron la infancia come tres veces al día y de laboratorios de peste salen pastillas para mitigar el cáncer o el sida. Más que pedir ayuda busca revancha. Una huelga por el clima paralizará hoy muchas ciudades. Los jóvenes que nutren su armario de ropa contaminante y chatarrería tecnológica, la contradicción es consustancial al ser humano, clamarán por una causa necesaria, como tantas, aunque errando el tiro de su rabia.