Opinión

La Colodra

Sarnago recibió el prestigioso premio «Colodra» que concede la Diputación de Soria. Aún lo estamos celebrando. Este premio tiene la virtud de que se lo han dado, por votación popular entre los distintos candidatos, a un pueblo deshabitado, el mío, por sus esfuerzos en seguir vivo. El galardón, entregado personalmente por el presidente de la Diputación en el marco de la Semana Cultural del pueblo, pretende destacar la labor de particulares o asociaciones en la recuperación o divulgación de valores relacionados con el folklore, la cultura popular y la tradición oral. Se trata, pues, de recoger los despojos de la milenaria civilización rural agonizante.

Es un acierto poner al premio el nombre de «Colodra». Hay que salvar ante todo las palabras. Se rescata además del olvido un humilde objeto que un día fue popular en el campo, que no podía faltar en el zurrón de los pastores, sobre todo de los trashumantes. El nombre es de origen latino. Viene de «colathus», que quiere decir vasija. Al principio se refería a un objeto de madera que usaban los pastores para ordeñar las ovejas, las cabras y las vacas; algo así como una gamella. Después pasó a ser un vaso de madera, como una herrada, que servía para medir y vender vino al por menor. En sitios como Cantabria, que conoce bien Alfonso Ussía, llaman colodra a un estuche de madera que lleva en la cintura, sujeto con correas, el segador de los prados. En la colodra, con un poco de agua, guarda el segador la barra de pizarra con la que afila el dalle después de segar cada marallo. En Sarnago y en los pueblos de las Tierras Altas esa vasija colgada del cinto del dallador era un pequeño vaso de cuerno, un objeto labrado a navaja con adornos caprichosos.

La colodra acabó teniendo multiuso, como las mismas gentes del campo. Servía para portar la sal, beber vino, leche recién ordeñada y agua de las fuentes y los arroyos. Como digo, no podía faltar en el zurrón de los pastores. Pero sea por su historia original o por lo que fuere, se suele relacionar con el vino. Si se dice de alguien que es un colodra, se quiere decir que le tira el vino o, al menos, que le tambalea. Y el «colodrazo» era un derecho que se pagaba por la venta de vino al por menor, bien porque se probaba antes con la colodra o bien porque se medía con ella. Hoy podría llamarse «colodrazo», sin mucho esfuerzo, a la política española.