Opinión

La independencia

Después de tanto ruido de banderas y de urnas, me vuelvo adonde la patria se reduce al pueblo sin nadie y a la casa cerrada. Ni siquiera un burro o un perro callejero, ni gallinas, ni un gato, ni una cabra, ni un muleto, ni una andosca cansada de parir. Ni moscas, ni mariposas. Ni ciemo en los corrales, ni humo en las chimeneas, ni bardales, ni huertos. Hasta los gorriones se han ido. Pero ésta es mi nación, ésta es mi patria. En esta limpia mañana de otoño, a falta de bandera a mano, he plantado el viejo pendón rojo carmesí en medio de la plaza y he proclamado, por unanimidad de mí mismo, la independencia. La danza invisible de los muertos del pueblo, dando vueltas en corro, moviendo pausadamente sus sagrados esqueletos a derecha e izquierda y luego en sentido contrario, mientras cantan la canción acostumbrada de los días de fiesta, certifica la histórica decisión.

Terminado el solemne acto, he contemplado desde la plaza los campos yermos del otoño, los blancos caminos de herradura difuminados entre los barbechos, las lomas, el cerro del castillo, las laderas de oscuros ulagares donde antes pastaban las ovejas y anidaban las perdices, los barrancos de losas calizas y, abajo a la derecha, los prados y el monte de mi infancia, el robledal de La Mata donde cantaba el cuco a mediados de abril, con las hojas cambiando ya de color antes de alfombrar el suelo de la patria a la espera del piadoso sudario de la primera nevada.

Cabizbajo, sentado en un poyo de la plaza frente al pendón enhiesto, me he preguntado: ¿Y para qué necesito la independencia? ¿Qué hago con la nación? ¿Para qué quiero yo la patria? Ha sido un pensamiento turbio y fugaz, que he desechado. Hay que aceptar al menos –he reaccionado– que Sarnago es una nación. Nadie puede negar que es mi lugar de nacimiento. En esa casa de enfrente, la del balcón sin flores, nací. No sé, no sé... Me he fijado entonces en el letrero de la pared de la escuela: «Tierra de nadie, tierra de todos» y, justo en ese momento, ha aparecido por la Cruz de la Villa un coche levantando una nube de polvo. ¿Quién será? Seguro que es la Guardia Civil. No me gustaría que me procesaran por esto y me expatriaran. Asustado, he tomado una decisión heroica. He arriado aprisa el pendón carmesí y he decidido, con la danza de los muertos de testigo, aplazar por un tiempo la declaración de independencia.