Opinión

A la busca del centro perdido

Los partidos que aspiran con algún fundamento al poder en España, sea como actores principales o como secundarios, andan este otoño buscando desesperadamente el centro perdido. Fuera del centro no hay salvación. Eso parece. Los españoles no están por la labor de apoyar a los que llegan con proclamas y actitudes extremistas. Todavía queda un rescoldo de memoria histórica y de dignidad. Casi nadie quiere volver a las andadas, a aquellos borrascosos tiempos de las «dos Españas». Ese es el riesgo de remover la historia del enfrentamiento, en un sentido o en otro, buscando revancha o renta política inmediata. Esto ha sido así desde el principio de la Transición democrática, dirigida por una fuerza centrista, en la que Carrillo (PCE) tuvo que aceptar la Monarquía y la bandera y Felipe González (PSOE), la Monarquía y la OTAN, además de renunciar al marxismo si quería alcanzar el poder. La amnistía fue un acto de grandeza y de sentido común, aplaudido por el pueblo. La Constitución del 78 es lo más parecido a un gran compromiso centrista, con valiosas aportaciones de la derecha y de la izquierda en un difícil y fructífero equilibrio.

El centro es el punto medio entre los extremos. Es la conjunción de la libertad y de la justicia, de la tradición y el progreso, es la proa de la barca, que va abriendo camino, donde babor y estribor confluyen y empujan. El centrismo en política es, sobre todo, un talante. Se caracteriza por la moderación, el respeto al adversario, la apertura al diálogo, la tolerancia, el trabajo en equipo sin cesarismos y el sentido común. El centrista no insulta ni descalifica al que no es de su partido, no miente, no engaña, demuestra sin dar cuartos al pregonero su superioridad moral. Y luego procura cumplir lo prometido –«puedo prometer y prometo...»– en las manifestaciones públicas, sobre todo en las campañas electorales. El desprestigio actual de la clase política se debe en gran manera a la pérdida del talante ético y de todas estas cualidades. El sabio chino Lao Tse lo dejó escrito: «La moderación es la mejor virtud para gobernar a los hombres y servir al cielo». En contra de visiones superficiales o interesadas, el peso decisivo de los votos el próximo 10-N no se inclinará a la derecha o a la izquierda; estará en el centro. Los que aspiran a gobernar lo saben. Los españoles siguen sin ser partidarios de los bloques, enfrentados a cara de perro, ni de los bloqueos.