Opinión

Ante la España del futuro

Adivinar qué le espera a Leonor si un día llega a reina de España es una temeridad; y, sin embargo, la principal ocupación de la princesa a partir de ahora, cuando inicia tímidamente su vida pública, consiste precisamente en prepararse para ese futuro nebuloso e incierto. La dificultad de la empresa aumenta con la aceleración de los cambios, cada vez más vertiginosos e incontrolables, que está experimentando nuestro mundo. La vida cambia ahora en cinco años más que antes en medio siglo. Personalmente tengo alguna experiencia. Pertenezco a una generación que ha pasado del candil a internet, del arado romano a la robótica, de la dictadura a la democracia. Si alguien hubiera preparado un informe sobre lo que iba a pasar aquí y lo que le esperaba al entonces príncipe, abuelo de la Princesa de Asturias, cuando el 8 de noviembre de 1948 por la noche emprendió desde Lisboa en el «Lusitania Express» el viaje a aquella España desconocida para él, la España de la posguerra y el racionamiento, no habría acertado prácticamente nada.

A su abuelo Juan Carlos le costó Dios y ayuda alcanzar la Corona. Tuvo que vencer tremendas dificultades. Hasta el enfado y la resistencia de su propio padre y jefe de la dinastía, enemigo declarado de Franco. El joven Rey fue recibido con desconfianza y hostilidad por unos y por otros. Le llamaron «Juan Carlos, el Breve», y ha resultado uno de los reinados más largos y fructíferos de la historia de España. Con él alcanzamos la democracia, en un sistema avanzado de Monarquía parlamentaria, y con él se restableció la concordia nacional. La llegada al trono de la Princesa Leonor tampoco será presumiblemente un camino de rosas. Tendrá que ganarse a pulso, a partir de ahora, la Corona, empezando por la aceptación de la Monarquía por parte de la gente de su misma generación, que dominará ese futuro y que carece de memoria histórica. Hoy –se supone que tampoco mañana– los españoles no son monárquicos ni republicanos, pero exigen utilidad y ejemplaridad a la institución y a los miembros de la Casa Real para no tener que desahuciarlos. A la Princesa no le resultará difícil comprender los desvelos de su padre, el rey Felipe VI, para mantener el orden constitucional, el prestigio de la Corona y la unidad de la patria entre fuertes convulsiones desde su llegada al trono.

La desafección a España y a la Monarquía en Cataluña y el País Vasco, y, en general, la desvertebración y desequilibrios regionales son problemas serios que no llevan trazas de ser solucionados por la presente generación política, como no lo fue por las anteriores. Los nacionalismos y los populismos de derecha e izquierda son la principal amenaza a la convivencia democrática en Europa y, por supuesto, en España. No sería extraño que cuando a Leonor le toque reinar, dentro de muchos años, este dinosaurio siga esperando a la puerta de palacio.

La futura reina de España ha nacido cuando el mundo experimenta con la globalización y las nuevas tecnologías un cambio de época, cuyo alcance es aún, como digo, difícil de prever. El futuro se juega en las ciudades, pero mucha gente regresará al campo. Con la robótica, la revolución de las comunicaciones y la inteligencia artificial cambiará la forma de trabajo, las relaciones laborales y, en gran manera, el estilo de vida. Seguramente habrá espectaculares avances biomédicos, puede que hasta se alcance en las próximas generaciones la curación del cáncer y el alzhéimer. La vida humana se prolongará. La revolución femenina habrá alcanzado los últimos objetivos y el péndulo dejará ya de oscilar de un extremo a otro. No se sabe bien adónde conducirán los cambios en la vida familiar y el abandono de la vida espiritual. El problema de la falta de natalidad, que algunos llaman «suicidio demográfico», si no se corrige pronto pondrá en peligro la misma existencia de España.

Seguramente a Leonor le tocará reinar sobre una sociedad multiétnica, multicultural y plurirreligiosa. Nada que ver con la uniforme España católica tradicional. Para entonces la contaminación y el calentamiento global se convertirán en la mayor preocupación de todos. En fin, la Princesa de Asturias haría bien en estudiar el pasado si quiere conocer y prepararse para el futuro.