Opinión
Orgullo rural
En tiempo electoral los dirigentes de los partidos se acuerdan de los pueblos. Es el momento de pasar el rastrillo por la España semivacía y silenciosa con la alforja al hombro. Saben que estos votos dispersos valen su peso en oro. El 10-N pueden inclinar la balanza hacia la izquierda o hacia la derecha. De ahí el dato de que unas cuantas provincias mesetarias figuren en rojo, como puntos estratégicos de atención preferente, en los programas de campaña de los principales candidatos. Pocas veces se ha dado tanta importancia al disputado «voto del señor Cayo». Por unos días el problema de la despoblación y el desequilibrio regional volverán a estar en el candelero de la política. No todo va a ser Franco y Cataluña, dos asuntos sobrevenidos, que en la España profunda producen malestar y hastío.
Durante este verano el «Autobús de la Repoblación» ha recorrido miles de kilómetros por los pequeños pueblos y las tierras desiertas del país, con el lema «Orgullo rural». Sus impulsores difunden la idea de que «lo rural es la vanguardia». Buena falta hace un poco de orgullo, después de tanto desprecio, tanto olvido y tanta humillación, para levantar el ánimo deprimido de sus gentes, cada vez menos y más envejecidas, que han visto en los últimos años caer la población en picado, cerrar las escuelas y las boticas, el cuartel de la Guardia Civil, la casa del médico, la gasolinera y la oficina bancaria, suplida por la cita mensual durante tres cuartos de hora de la camioneta de la Caja, que esperan ansiosos los viejos con su cartilla en la mano para sacar unos euros de dinero de la pensión. Según cálculos de Inés Santaeulalia, unas cien mil personas de setecientos municipios no tienen ni hospital ni escuela infantil ni cajero ni gasolinera a más de diez kilómetros a la redonda.
Digo que el «Autobús de la Repoblación», voluntarioso impulsor del orgullo rural, llega mañana miércoles a las puertas del Museo Reina Sofía. En el auditorio, representantes del mundo rural de toda España mantendrán un coloquio y harán la presentación solemne de la tercera edición de PRESURA, la Feria Nacional para la Repoblación de la España Rural. Dice Voltaire en su «Diccionario filosófico» que «el orgullo de los humildes consiste en hablar siempre de sí mismos», pero hoy prefiero citar a Bécquer, en estas vísperas del día de Difuntos. Bécquer, que anduvo por las tierras sorianas y recorrió en sus leyendas las orillas del Duero al pie del Monte de las Ánimas, escribió: «Habló el orgullo y enjugó su llanto». Pues eso.
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